Capítulo 7

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Miraba desde la orilla cuando salió de las aguas del lago, su cabello pegado a su frente y su torso mojado, a la distancia podía distinguir un par de cicatrices que cubrían su abdomen, recuerdo de las pocas batallas que había luchado y ganado con mucho esfuerzo.

Terminé mi recorrido por su cuerpo y me detuve en sus ojos, que me miraban cual cazador a su presa. Una sonrisa cubrió su perfecto rostro y pude ver en su mirar las ganas que tenía de venir por mí y aventarme al agua.

—¿Por qué no te quitas ese vestido y entras?—una de sus manos despeino su cabello, eliminando el exceso de agua que ahí se encontraba.

Examiné su pose relajada, y me di cuenta de lo mucho que mis manos picaban por pasar por su cuerpo, y mis labios estaban ansiosos por estar sobre los suyos. Por ello debía mantener mi distancia.

—Preferiría quedarme aquí. Seca y alejada de ti.

—Eso no decías hace un par de días cuando parecías querer fundirte conmigo.— mordí mi labio al recordarlo, puse espalda recta al mentalizarme  que tales pensamientos no eran los de una señorita.

—Dale fin a tu baño, debemos irnos. Han de estarse preguntado en dónde estamos.—me puse de pie y alisé mi vestido, atenta a cada uno de sus movimientos.

Cuando vi que comenzó a nadar en círculos me di cuenta de que no iba a salir pronto, así que me di la vuelta y comencé a caminar, enojada porque siempre le encantaba llevarme la contraria. Escuché unos cuantos chapoteos en el agua y en cuestión de segundos una mano fría tomó la mía.

Tiró de mí hacia él, volteándome en el acto, sus manos se posaron en mi cintura y yo solo me concentre en mirar su pecho ausente de cualquier vestidura.

—Mírame.— Su voz era baja y había una pequeña advertencia en ella. Su mano derecha dejó mi cintura para tomar mi barbilla y alzar mi cara intentando que así lo mirara, intentando.

Mi vista se dirigió al cielo, que tenía unas cuantas nubes cubriéndolo. Lanzó un pequeño gruñido; mis manos volvieron a picar pero, sin embargo, las mantuve a mis costados.

—¿Qué es lo que deseas?—me mantuve en mi posición.

—Que me mires con esos hermosos ojos que tienes, mi amor.—me volví débil. Llevé mi mirada a la suya, el verde de sus ojos combatía con el mío, mis manos exploraron su pecho húmedo hasta llegar a su cuello, donde las dejé.—Me concederás el primer baile esta noche.

Un escalofrío bajó por mi columna y asentí, aunque sabía que no había necesidad puesto que ya él lo había afirmado.

Me puse de puntillas y tiré de él hacia mí, dejando nuestros labios a centímetros. Su mirada iba de mis ojos a mis labios, se acercó lentamente, entrecerrando los ojos, cada segundo más y más cerca. Su mano abarcó mi mejilla y un leve suspiro salió de mi boca casi en el momento exacto en el cual nuestros labios se rozaron.

El rechinar de los caballos me hizo dar un pequeño salto, alejándome de él.

—Debemos irnos.—Comencé a caminar en dirección al caballo blanco, el cuál sus patas estaban un poco manchadas de barro y suciedad.

Un alarido de frustración se escuchó tras de mí, mientras que en mis rostro se formaba una pequeña sonrisa.

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—Yo pensaba que ya no iban a aparecer sino ya hasta el momento del baile.— La cabellera negra de mi hermano brillaba por el sol y en su cara notaba aburrimiento.—Padre y madre ha preguntado un par veces por ti.

—¿Y qué le has dicho?—Pregunté.

—Que estabas de paseo con tu perro guardián. Se han mantenido calmados desde que se los dije.

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