Capítulo 5

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Los días pasaron uno tras otro, poco a poco me quedaba sin quehaceres y trabajos.

Los planos de la señora Gilbert estaban casi terminados y les estaba dando los últimos retoques para que estuviera perfecto.

Trataba de hacer que mi mente estuviera al cien por ciento ocupada, no podía detenerme a pensar en mis desvaríos, si seguía así acabaría en un loquero.

Apreté mi boca y trace con más ganas, ignorando recuerdos y pensamientos. Desde la cena con mis padres y el descubrimiento del nombre de aquella chica que hablaba en mi cabeza, decidí que no podía seguir llevándome por ella, no podía escuchar más a aquella voz que solo me provocaba ganas de salir corriendo despavorida.

El reloj en mi muñeca marcaba treinta minutos pasadas las doce y con ello mi hora de almorzar, detuve mi trazado con un suspiro de agotamiento y proseguir a comer mi adorado almuerzo.

¿Quién lo diría? Me salió una rima.

La pantalla de mi celular se iluminó dejándome ver un mensaje.

Nathaniel💩:
¿Estas lista? No quiero
esperar mucho, el alcohol y
la playa me llaman.
12:53 PM

Eliane😇:
La paciencia es una virtud
que obviamente no posees.
12:54 PM

Nathaniel💩:
No has respondido mi pregunta,
aunque dudo realmente que lo
necesite. Paso por ti en 10 fueguito.
12:55 PM

Resoplé al leer lo último.

Lo demás no me preocupaba, la noche anterior había hecho mi pequeña maleta para nuestro fin de semana con los Rodríguez y los Russel. Era, según lo entendido un fin de semana en juventud, ninguno de nuestros padres asistirán a la casa de playa para que nosotros podamos disfrutar en plenitud; sus palabras, no las mías.

Mientras Nat llegaba me di una rápida ducha y me coloqué un vestido verde bastante cómodo que llega a mis rodillas y unas zapatillas negras, deje mi cabello suelto y me senté en la espera del imbécil.

No estoy aquí para dañarte, si no para ayudarte.

Vete, fuera de mi cabeza.

Necesito que abras tu mente Eliane.

—Basta.—me digo a mi misma, me levanto y camino en círculos por todo el departamento con la intención de distraerme. El sonido de llaves me hace detenerme y mirar fijamente a la puerta, que se abre dejándome ver a Nathaniel con cabello despeinado, unas bermudas y sin camisa.

—El exhibicionismo es lo tuyo, ¿no?

—A tus vecinas les encanta verme y yo no soy quien para quitarles esa dicha.—comentó.—¿Eso es todo?

Dirigí mi mirada hacia la pequeña maleta que se encontraba en uno de los muebles y asenti.

—¿Segura que es todo?, me extraña que sea algo pequeño.—bufó.

Tras lanzarle una mirada llena de irritación, me coloqué mis lentes de sol, tomé la maleta y salí del departamento, asegurándome de ser seguida por el exhibicionista.

Esperé pacientemente a que quitara el seguro de la gigante camioneta negra frente a mí, un minuto después me encontraba dentro de aquél auto que olía a chocolates.

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