Una mañana

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Esta historia nace de una ilusión, la cual es: no lo diré porque es spoiler, pero tenía ganas de escribir algo así, no soy de escribir terror o escenas fuertes, me asusto sola, sin embargo, me gustan los misterios, construir el suspenso y tampoco me gusta usar primera persona, pero para éstas historias si que sirve.

Esto solo es entrenamiento de algo más grande que pienso hacer después, y si ya sé que no he acabado mis otras historias ¡YA LO SÉ! Pero ya falta poco para que acabe Kara La Gigante, así que conozcan el futuro, sin más que lo disfruten.

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Debo admitir que me tomó completamente desprevenida la noticia. Esa mañana yo me preparaba para el trabajo como todos los días, Luke mi hijo ya estaba en la mesa comiendo su desayuno, mientras yo leía el periódico a su lado. Entonces escuché la puerta, no solemos tener servidumbre los lunes temprano pues se ausentan los fines de semana, así que me levanté a atender.

Las luces rojas y azules que atravesaron los vitrales de la entrada debieron ser mi primera señal, aunque no caí en cuenta de lo que estaba pasando hasta que abrí la puerta y me encontré con la jefa de policía Lane, era cercana a la familia desde hace años.

-¿Qué sucede?- pregunté antes de que dijera algo.

Ella parecía inquieta, su expresión era tensa y se mordía el labio inferior tratando de no mirarme.

-Señora Danvers.

-¿Si?- insistí cada vez más asustada.

-Lamento informarle que hallaron el cuerpo sin vida de su esposa ésta mañana- suspiró profundamente-. Fue encontrada en la Plaza de París, necesitamos que...

Lo que dijo después de eso pasó desapercibido para mis oídos, comencé a llorar y todo se volvió oscuro rápidamente, mis piernas fallaron, solo pude escuchar la voz de la jefa Lane de fondo.

-¡Señora Danvers! ¡Llamen a una ambulancia!

Fue vergonzoso, pero no pude hacerle frente a la verdad en ese momento, de hecho aún me cuesta creerlo. Mi Kara, mi dulce Kara estaba muerta y el dolor era insoportable, las siguientes horas fueron confusas, si no hubiera sido por mi hermano Lex ni siquiera se habría podido realizar este funeral. Él me acompañó desde que desperté en la ambulancia, cuidó de Luke, me apoyó para darle la noticia, me sostuvo cuando tuve que hacer la identificación del cuerpo; ha hecho todo, en cambio yo ni siquiera he podido darle las gracias o intercambiar más de dos palabras con otra persona que no sea mi bebé.

Y mi pobre hijo, solo tiene ocho años, cuando se lo expliqué se lanzó a mis brazos a llorar, lloramos juntos, lloramos hasta deshacernos, Kara ya no estaba, mamá ya no estaba. Ahora soy yo quien tiene que sostenerlo, aquí en primera fila a dos metros de su ataúd tengo que tener la fuerza de levantarme y mirar a mi esposa en su féretro para que Luke pueda hacer lo mismo y así podamos despedirnos, no quiero que tenga algún tipo de remordimiento, que mire atrás sintiéndose vacío al no poder decir un último adiós sólo porque su madre no podía ponerse en pie.

Hoy, dentro de 10 minutos se cumplen 72 horas exactas desde aquella mañana, los peores 3 días de mi vida. Tomo la mano de mi hijo y caminamos hacia el ataúd, tengo miedo, tengo tanto miedo de que sea real, la identificación de su cuerpo tampoco pude resistirla. Luke jala de mi mano y hago el esfuerzo por cargarlo caminando los pasos faltantes, su cabello rubio comienza a asomarse en la caja conforme nos acercamos y mis rodillas tiemblan; cuando finalmente estamos a su lado, el dolor vuelve tan agudo que me quita el aire.

Ahí está el amor de mi vida, tan tranquila que casi parece dormida.

-Adios mi cielo, te amo tanto- murmuro herida, las lágrimas acechan mis ojos, volviendo borrosa su imagen-. Te prometo que voy a cuidar de nuestro hijo- juro sintiendo que las palabras se atoran en mi garganta en un nudo asfixiante, aunque soy sorprendida cuando escucho a Luke hablar.

Pesadilla postmortem: Caso Danvers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora