Cap 1 ♪

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“Fingir o no fingir, he allí el dilema”.

En cualquier lugar de Latinoamérica (Exceptuando Venezuela).

No se rehusó cuando lo besé, más bien respondió al beso, como si mis labios fuesen esculpidos para encajar perfectamente y estar unidos a los suyos. Con la misma ferocidad buscó mi boca en el silencio de nuestra mirada, obviando el alrededor, sin importarle mi imprudencia ni el error.

Una mesera besándose con un importantísimo cliente. Claro que es un error, aún así será el error más importante de mi vida.

Quizás el que más atesore.

He pasado toda la semana pensando en ese día, cuando llegué de imprevisto a su mesa con una taza de café caliente en mis mano y sin importarme nada le besé agarrándole desprevenido. ¡Fuí una completa idiota!  Ni siquiera entiendo como estuve a punto de sacrificarlo todo por nada. Aunque besar sus labios se sintió tan bien y quise quedarme a vivir en ellos, tuve que separarme, y cuando miré aquellos ojos azules que parecían no entender nada sólo pude sentir vergüenza y salí corriendo a esconderme detrás del camarote del restaurant, donde él seguro podía verme pero yo me negaba a mirarle.

No sé que gané con besarlo, al final Henry no se creyó el cuento de que salía con un millonario y sigue con su loca intensión de enamorarme. Se lo he dicho un montón de veces, eso nunca sucederá, no me cayó bien desde un principio, no me cae y no me caerá nunca. Escuché lo que habló con el jefe esa mañana en la que ingresé a trabajar en el restaurant, dijo que debían mantenerme vigilada porque de seguro era una asquerosa cucaracha venezolana que sólo buscaba robar.

Desde ese instante supe que Henry era un cerdo xenófobo en el que no debía confiar. Ha hecho de todo para que me despidan y sus intenciones me han quedado bastante clara. Quiere que quede vulnerable para que así acepte su propuesta de convertirme en su mujer e irme a vivir con él. Sólo desea aprovecharse de la situación, todos saben que una emigrante sin papeles ni dinero en un país en el que sólo los más poderosos logran sobrevivir en la calle no podría salir adelante. Y no estoy sóla, quizás yo lograría enfrentarlo pero mi madre y mi hermana no llegarían siquiera a confrontar la idea de estar a un paso se la indigencia.

Justo esa mañana Henry estaba más intenso de lo normal y para salir de toda esa situación le mentí diciendo que ya tenía novio y no podía salir con él; a lo que preguntó quién y lo primero que se me cruzó por la cabeza al ver la taza de café que tenía en mis manos era decirle que mi pareja era el hombre al que atendía. Es que se veía amenazante, y eso era lo que quería, que Henry dejara de fastidiarme, por temor o por lo que fuese.

Y creo que lo arruiné, el guapo empresario ya no ha regresado más, ahora en aquella mesa en la que se solía sentar está una mujer muy elegante, ni siquiera ha tomado una galleta de la mesa aunque se vean deliciosa, al parecer está algo apurada. Sólo pidió una taza de agua para beber su medicamento y aunque ya lo tomó sigue pegada a su asiento, mirando con insistencia por los amplios ventanales del local.

—Oye, Lauren, ponte a trabajar o el señor Octavio empezará a regañarte —susurra Marina, tan cerca de mi oído que sobresalto—. Ya sabes como se pone cuando llega esta hora y el restaurant empieza a llenarse de comensales.

Despego la mirada de la entrada y la miro darle toda la razón con un leve movimiento de mi cabeza.

—¿Cómo es que dicen ustedes? —cuestiona, a lo que uno mis cejas sin lograr comprender a que se refiere—. Chama, no te enrolles, quizás ese chamo no venga hoy tampoco. Tú mantente chévere.

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