Cap 2 ♪

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“Despedida, ansiosa y frustrada”

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Sus labios cálidos sobre los míos, susurrando: «Sígueme la corriente, futura esposa».

El recuerdo de su sonrisa burlona no quiere salir de mi cabeza, ésa última mirada que me echó antes de irse sin decir palabra alguna, sin duda Rhysand se estaba burlando de mí. ¿En qué cabeza cabe que estaba hablando enserio?

¡Vulnerable! ¿Por qué tuve que ser tan vulnerable con él, con Henry y con todo mi alrededor? Quizás... no, estoy completamente segura que si hubiera sido un poco más dura nada de éste desastre fuese ocurrido.

Todo ahora sería diferente si tan solo le hubiera puesto un buen límite al tarado e insistente Henry sin llegar al extremo de mentir.

—¿Puedes dejar el trajín? —Ari rompe el denso silencio que se hizo cuando terminé de contar mi dramático relato—. Con tanto movimiento de un lado a otro vas hacer que se me reviente el cuello.

Hago caso omiso a mi hermana, y sigo en lo mío. No hay mucho que limpiar en mi cuarto, pero además de la manía de comer cuando estoy nerviosa también suelo eliminar hasta la última partícula de polvo en un lugar cuando me encuentro estresada. Y hoy estoy bastante estresada.

El spray antibacterial con un trapito húmedo siempre es la solución a mis problemas, con ello me relajo y suelo pensar con más calma para encontrar las respuestas a los desvaríos de mi existencia. Limpiar de un lado a otro como una Cenicienta cualquiera me ayuda a que se desvanezca el manto de ignorancia que me suele abrumar.

—Ari, tiene razón —comenta, Marina—. Tienes que calmarte, amiga.

—Éso es lo que estoy tratando de hacer, calmarme —le echo del spray a la mesita de noche por séptima vez en un par de minutos y comienzo a restregar el trapito húmedo por toda la superficie—. Pero la estoy teniendo difícil.

No me importa que tan reluciente se vea la madera, sigo pasando el trapito con rabia, con fuerza; imaginando que es su rostro y le borro ésa estúpida sonrisa.

—Es mejor que pares ya de comportarte como una loca obsesionada con la limpieza, no querrás que llame a los loqueros para que vengan a buscarte ¿verdad?

Llevo mi rostro hacía Ari, dedicándole una mirada fulminante, a lo que la castaña responde con una sonrisa. Ambas chicas se encuentran sentadas en el borde de la cama, mirándome como si de verdad me hubiera convertido en una demente.

—Dejen de mirarme como si estuviera loca —exigo, sin dejar a un lado la limpieza a la mesita de roble que me regaló mi padre cuando sólo tenía seis años—. ¿Acaso no les quedó claro que me despidieron? ¡Estoy desempleada!

—A mí si me quedó claro —repuso la pelinegro—, yo estaba allí cuando el señor Octavio te echó de patitas a la calle.

Ruedo los ojos y no puedo evitar que mi mirada se nuble gracias a las lágrimas acumulada sobre ella. Quizás Ari es muy joven para comprender lo que mi desempleo significa, o talvez no ha tenido tiempo para recapacitar y entenderlo, su estudio depende de ello, nuestro sueño de salir adelante dependían de ése dinero que cobraba en la cafetería.

—Lleva días quejándose por su monótona vida y ahora que realmente le sucede algo emocionante se vuelve loca, vaya ironía —comenta mi hermana, de reojo miro cuando la pelinegro le da un codazo—. ¡Au! Es verdad ¿Quién la entiende?

—¿Qué es interesante, eh?  —Me estrujo los ojos disimuladamente, y voy hacía la silla que se encuentra junto a las chicas. La desinfecto y tomo asiento—. Ése idiota sólo estaba jugando conmigo, además tampoco iba a aceptar su estúpida propuesta.

Sígueme la corrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora