Rebecka
El gallo alzó su rítmico canto con un sol ardiente detrás de él, los rayos luminosos entraban por las ventanas y atravesaban las cortinas a medio cerrar de la habitación más alta del hogar. Se giraba de un lado a otro en la cama con una sábana sobre ella, al moverse demasiado terminó cayéndose por la orilla y estrellándose contra las tablas de madera oscura, al caer soltó un quejido y se despertó abruptamente, aun así, seguía somnolienta, siendo la primera acción consciente frotar la parte del cuerpo que más le dolía. Se levantó con el cuerpo pesado, los hombros caídos y los ojos entreabiertos, se dirigió hacia su ventana y abrió las cortinas, la luz le atizó violentamente y colocó su antebrazo ante sus ojos, después de que se acostumbrara, miró hacia el exterior y al frente suyo se extendía una gran pradera verde; las vacas ya estaban llevándose al hocico algo de forraje, las gallinas salían del gallinero a estirar las patas y los caballos aún se resguardaban en el establo, esperando a que alguien les fuese a abrir las puertas.
La muchacha se alejó de la ventana para bajar al primer piso a desayunar y, apenas salió de su habitación, percibió el olor de unos deliciosos huevos fritos con tocino. Al bajar el último escalón, se encontró con la sala de estar y la cocina. El primero yacía a su derecha, un sofá viejo y desgastado estaba adherido a la pared de la puerta de entrada, al frente y calculado perfectamente estaba la mesa de centro y detrás de ésta se encontraba un pequeño y viejo televisor con antenas sobre él. La cocina estaba a su derecha y lo primero con lo que uno se encuentra es una mesa alargada para ocho personas, posteriormente están las encimeras, ahí estaba su madre colocando unos platos para el desayuno, además tenía al fuego dos sartenes, una con huevos y otra con tocino, al final se hallaba el refrigerador, estaba un poco vetusto, pero aún servía. Había una escoba barriendo cerca de la puerta y unos platos se remojaban en el fregadero y se enjugaban con un trapo. La mujer de cabello canoso tomó un plato limpio y con una espátula servía los huevos y tocino, el plato lo dejó a un lado y del refrigerador sacó más huevos y tocinos para prepararlos.
—Buenos días, Beck —dijo, volteando un pequeño instante hacia ella con una sonrisa en su rostro.
—Buenos días, mamá —ella correspondió al mismo tiempo que se rascaba detrás de la cabeza. Se acercó hacia ella y le dio un beso en la mejilla mientras continuaba preparando los huevos y el tocino—. Huele muy rico —comentó Rebecka con sus manos en los hombros de su madre.
—¿Puedes pasarme el aceite y la sal, cariño? Los guardé por error.
Rebecka se acercó a la alacena, se agachó y se extrañó al abrirla. «¿Estaré ciega?», pensó al ver que la sal y el aceite no se encontraban allí, rebuscó un poco más adentro, pero no estaban.
—¿Estás segura de que los guardaste, mamá? —Cuestionó con los ojos todavía puestos en ese hueco vacío—. Porque aquí no están.
—Sí, estoy segura —contestó. Dejó calentando la comida y se colocó junto a su hija, arqueó las cejas al ver el sitio—. Deberían de estar allí.
Algo se cayó detrás de ellas y unas delicadas risitas se armaban en el ambiente. Cuando se dieron vuelta, el aceite y la sal flotaban cerca del sofá y se movían con cierta particularidad, como si alguien las estuviese manipulando. Rebecka y Jeanette se miraron mutuamente, la primera resistiendo una carcajada y la segunda con una mirada severa. Cabeceó al suelo y se dijo a sí misma con tranquilidad que era muy temprano para enojarse.
—¿Vas tú o voy yo? —Preguntó la madre de Rebecka entre susurros, cruzándose de brazos y redirigiendo sus ojos a los zafiros brillantes de su hija.
—Voy yo. —Contestó ella también en murmullos—¿Me prestas tus zapatillas? —Le preguntó a su madre, puesto que andaba descalza. Ella se las sacó y quedó solamente con sus calcetines en los pies—. Gracias. —Se los colocó y caminó cautelosamente en dirección a los víveres flotantes.
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Alessia Valtoryen y las Criptas Malditas
FantasiaEn un mundo donde la magia existe junto a criaturas fantásticas y seres no-humanos, donde quienes son capaces de practicar la magia deben aprender de ella y usarla correctamente. En Wildem yace la Escuela de Magia y Hechicería Evanore, de la cual ha...