Una noche abrumadora

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Rhyssean

—¿Qué tal, Bob? —Saludó el muchacho al hombre que guardaba una libreta y un bolígrafo en una mochila oscura al costado del carrito— ¿Cómo te ha ido?

—¡Rhys! —Dijo exaltado con una sonrisa que no cabía en su rostro, se acercó hasta el muchacho para estrecharlo entre sus grandes brazos—. ¡El chico estrella volvió!

Alex les observaba curiosa, no sabía de dónde provenía tal cercanía entre estos dos, sin embargo, le parecía una situación un poco graciosa, debido a que Rhys estaba totalmente rojo por el fuerte abrazo que estaba recibiendo. Miró a sus pies por un momento y se cubrió la boca para ahogar la risa.

—Qué bueno es verte por aquí, Rhys —le dijo Bob una vez cuando lo soltó. Intentó retomar el aire que le faltaba mediante bocanadas. El hombre se pasó las manos por el delantal y se cruzó de brazos—. ¿Por qué dejaste de venir? —Preguntó frunciendo el ceño. El chico lo miró y volteó por un momento la mirada al suelo, mas la redirigió a los ojos marrones del heladero.

—He estado un poco... ocupado en casa —contestó con una risita nerviosa y colocando una de sus manos en la nuca. Sin duda, Rhyssean no sabía mentir, Alex lo notó al instante y se preguntó por qué lo hizo, pero tampoco planeaba preguntarle, pensó que tendría sus razones para hacerlo.

—Muy bien... —Receló el heladero. Sus ojos oscuros se fijaron en la chica pálida y menuda—. ¿Y a quién tenemos aquí? —Le sonrió con simpatía—, ¿es tu hermana? —Cuestionó al muchacho que se reponía apoyándose en sus rodillas.

—Es... —inhaló y exhaló— una amiga. —Le corrigió. Se irguió y la mira—. Mi mejor amiga, Alessia. —Ahora se dirige a ella—. Él es Bob, un gran amigo que conocí hacía unos meses atrás.

—Encantada de conocerte, Bob —le tendió la delgada mano y él correspondió grácilmente.

—Igualmente, Alessia. —Soltó su mano y cogió la cuchara con la que sirve los helados—. Muy bien, sé que la trajiste para probar mis helados, así que escojan el que ustedes quieran. Por la vuelta de niño pródigo —el chico se rio por lo bajo—, hoy invita la casa.

La muchacha se asomó y colocó su mano en la barbilla, pensando en cuál pedir, pero prefirió escoger su sabor favorito. «Quiero uno de frutilla, por favor». El hombre tomó un cono de galleta y le sirvió el helado. Rhys no tuvo la necesidad de mirar las opciones, le dijo que quería uno de piña y el heladero copió las mismas acciones que hizo con Alessia. Una vez entre sus manos, lamió el helado y percibió aquella dulzura que lo hipnotizaba, no entendía cómo podían los helados de Bob enamorarlo de su sabor, tampoco le interesaba descubrir la razón, simplemente quería disfrutarlo. Parecía que surtía el mismo efecto en Alex, tenía una cautivadora sonrisa entre sus labios y no podía dejar de saborear el helado de frutilla, quiso creer que esta situación atenuaba la amargura de hace un rato.

—¡Wow! —Exclamó el muchacho—. Este helado sigue siendo increíble.

—Me encanta —añadió Alex.

—Me agrada que les guste. —Se sintió alagado. Guardó la cuchara y se apoyó en el borde del carrito—. Muchas personas han dejado de venir a comprar de mis helados y he perdido un poco las ganancias, pero me gusta saber que Rhys sigue viniendo aquí.

Guardaron un silencio incómodo por un momento, intentaron amortiguarlo disfrutando de aquellos maravillosos postres.

—¿Cómo ha estado tu padre? —Manifestó Bob quebrantando el hielo.

Alessia miró por el rabillo a Rhys, le era increíble haber escuchado de la boca del hombre que preguntara por su padre. No era un tema del que a Rhys le gustase hablar, sin embargo, no le pareció que le molestase. Cabeceó hacia el suelo por un instante y levantó la mirada.

Alessia Valtoryen y las Criptas MalditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora