La mente clara

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Blake

—Según su madre, sus libros deberían de llegar bastante pronto, joven Blake. —Dijo un hombre de cabellera negra, vestido con un elegante traje negro y sentado al otro lado de la mesa larga y café, con un periódico entre sus dedos leyendo las primicias del día. El muchacho frente a él sostenía un tenedor y con éste jugaba con su comida, la movía de un lado a otro con la mente perdida en algún lugar. Bajó el diario y lo observó un momento—. Joven, ¿se encuentra bien? —Hizo que volviese a la realidad.

—Sí —contestó el chico de cabello rubio y corto—, estoy bien. Es sólo que... estaba pensando —añadió, llevándose un trozo de carne a la boca.

—Si no le molesta, ¿le gustaría en contarme sobre lo que pensaba? —Dejó el periódico sobre la mesa y se acomodó en la silla.

—Estaba pensando en cómo estará mi padre y mi madre. ¿Estarán bien?, ¿dónde dormirán?, y ese tipo de cosas. —Dirigió su vista hacia el ventanal de su izquierda, el cual daba hacia el extenso y largo jardín floreado, con arbustos altos que armaban un laberinto. Habían varios jardineros encargándose de cuidar las flores, en especial los jazmines, dado que eran los favoritos de la señora Everheart.

—Su padre se encuentra, ahora mismo, en los países mundanos, específicamente en la capital de Suecia —comentó, intentando recordar cada detalle de cada uno—. Mientras que su madre está en Arcance, trabajando en su nueva línea de moda junto a sus modelos.

—Lo sé, Derrick. —Dijo con su voz decayendo—. Es sólo que..., también me gustaría verlos pronto. —Agregó, dejando el tenedor a un lado y tomando un sorbo de su vaso con agua.

—¿Terminó de comer? —Le preguntó, levantándose de la silla y acercándose a él.

—Sí, pero puedo llevarlo a la cocina—respondió mientras se levantaba, pero Derrick se le adelantó y ya tenía el plato y el vaso en sus manos.

—No se preocupe, joven Blake. Su padre me paga y me dejan dormir bajo su techo por hacer labores como estas. —Se encaminó hacia la puerta que daba hacia la cocina, entró en ella y salió rápidamente. Blake lo esperó de pie para irse juntos a la biblioteca—. ¿Vamos?

—Sí. —Musitó.

Salieron del comedor y se adentraron en un pasillo extenso y largo, de paredes blancas con retoques dorados en los bordes y el techo, además se hallaban colgados unos cuadros vivos que interactuaban unos con otros. El suelo estaba hecho con madera de arce y sobre ella se estiraba una alfombra gris de un extremo a otro.

—Cabe recordar que su primera hora de estudio es de Encantamientos y Hechizos, desde las una de la tarde hasta las tres. —Comentaba, Derrick, mientras que iban en dirección a la biblioteca del hogar—. Posteriormente, tendrá un receso de treinta minutos y, después, deberá continuar estudiando con Historia de la magia, desde las tres y media de la tarde hasta las cinco y media. —El muchacho caminaba con hastío y soltaba un bufido cada vez que escuchaba a su criado decir alguna asignatura a estudiar—. Por último, deberá practicar Danza desde las seis y media hasta las siete y media.

—Defensa mágica —corrigió el muchacho rubio, doblando en una esquina.

—¿Cómo dijo?

—Ya no se estudia Danza —explicaba—. Con las reformas en el sistema educacional, ahora todos los estudiantes deben practicar la Defensa mágica. —Puso su mano en el pomo de una gran puerta y la abrió, adentrándose en la biblioteca. Su criado le seguía un paso detrás—. ¿Qué busca el Consejo haciendo esto? Bueno, quieren reducir progresivamente los magos y magas que utilizan sus habilidades para la delincuencia —se detuvo en una de las tantas librerías que habían—, puesto que, si no se les enseña cómo utilizar sus habilidades de forma ofensiva, no tendrían medios para hacer sus delitos.

Alessia Valtoryen y las Criptas MalditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora