Prólogo

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Sentado frente a su escritorio tenía la mirada plantada en unas vetustas páginas de un viejo libro, grande y grueso, con la portada oscura, desgastada de los bordes y con el dibujo de un ojo en el centro, éste llevaba una lista con los nombres de algunos ex-estudiantes y cada cierto tiempo agregaba el nombre de los nuevos, además, cada uno tiene un historial sobre su paso en la Escuela. Los joviales dedos rosados pasaban de hojas en hojas buscando un nombre en específico, lo balbuceaba entre sus labios mientras que examinaba cada palabra. Mientras que revisaba, no podía creer la cantidad de estudiantes que han pasado por Evanore, era interminable el registro, como si no hubiese ni principio ni fin. «Es absurdo esto, por qué no pensé utilizar esto antes», se dijo dándose un golpe en la sien con el dedo índice. Invocó de la nada una varita extravagante, de madera oscura y con un diseño llamativo, de la punta emanaba una efímera luz que, al tocar el libro, se apagó y éste comenzó a reaccionar, las páginas comenzaron a moverse por voluntad propia, pasaron y pasaron cientos de páginas hasta que se detuvo. Su dedo escudriñaba cada nombre plasmado. Repentinamente, lo encontró al pie de la página, con la tinta corrida y difusa, entrecerró los ojos intentando ver el número de la página donde se encontraba el historial, sin embargo, el nombre comenzó a quemarse rápidamente. El hombre se echó para atrás con los brazos en alto y los ojos abiertos, sorprendido de lo que presenciaba, instintivamente agarró su varita e iba a lanzar un encantamiento, pero recordó que el libro tenía incrustada una Lyonita, por lo tanto, no podía sufrir ninguna clase de encantamiento que afectara en el contenido.

«¿Qué demonios está pasando?», pensó dejando caer la varita sobre la mesa.

Claramente no podía hacer nada. Utilizó su varita para ver si no estaba pasando lo mismo en otras páginas. Las hojas retrocedieron y, en efecto, todo seguía igual, nada había cambiado, a excepción del nombre borrado.

«¿Qué pasó aquí? —Murmuró para sí—. ¿Cómo es posible que alguien pudiera dañar este libro?». Se levantó de la silla y decidió guardar el libro donde estaba. Se acercó con el libro entre sus manos a un cuadro de un anciano con una frondosa y larga barba canosa, una túnica violeta con estrellas plateadas y con anteojos. Metió su mano en el cuadro y dejó el libro en la enmarañada barba, prácticamente, había desaparecido a la vista del mundo, como si nunca hubiese estado allí. Se encaminó hacia el ventanal que yace detrás de su escritorio. Su mirada atravesaba el cristal y empezó a hacerse preguntas mientras admiraba el manto estrellado de la noche, lo cual le ayudaba mucho más, era como una fuente de inspiración.

«¿Por qué? —Colocó su puño en la barbilla— ¿Cómo fue posible que alguien pudiese vulnerar el Libro de Estudiantes? —Tragó saliva. Las nubes se agrupaban y éstas no tenían una buena apariencia—. Mi bisabuelo procuró que fuese seguro. —Miró su reflejo y se ordenó el cabello oscuro—. Nada puede doblegar la piedra anti-magia que lleva. —Se dio vuelta y se dejó caer en la silla. Entrelazó sus dedos y su grisácea mirada quedó en la librería de la derecha, atraída por un libro de portada verde y franjas plateadas—. ¿Y si la Lyonita se corrompió?».

Al señalarle al libro que se acercase, éste obedeció y cayó frente a él. Lo abrió y repasó el índice. Fue a la página que se titulaba Piedras fantásticas inimaginables.

"Existen algunas piedras capaces de cohibir o anular la magia que traemos al nacer o de fuentes externas. Las más escuchas, pero menos vistas son: la Predicyta, Annactisita y la Lyonita, esta última tiene la particularidad de poder ser impregnada en objetos, animales, plantas y ser utilizada como refuerzo de magia para quienes poseen un poder de habilidad bastante nimio".

Decidió saltarse varios párrafos en los que se explicaban el surgimiento, las cualidades y potenciales de las dos primeras piedras.

"La Lyonita, anteriormente conocida como La Piedra de Lennidas o Lencyta, es una piedra que, tal como se dijo, es capaz de alterar las capacidades mágicas llegando a inhibir o anular los rastros mágicos. Sin embargo, gracias a los estudios realizados por gemólogo Lennidas Crutzenberg... Se descubrió que esta piedra se deteriora a paso lento con el tiempo, serían unos 1564 años lo que tomaría la fragmentación y pérdida de la esencia. No obstante, según unas notas del gemólogo, menciona que hay otra forma de corromperla, pero tal fuente es aún desconocida".

Alessia Valtoryen y las Criptas MalditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora