El vaivén de nuestros cuerpos mantenía mi temperatura corporal por las nubes. Sentía sus manos recorrer rincones de mi anatomía que ni siquiera yo conocía. El ritmo era firme y constante. Sentía su miembro entrar y salir de mi interior, provocando que mis paredes lo apretaran cada vez más.
Un escalofrío recorrió mi espalda, siendo seguido por una descarga eléctrica que hizo estremecer a todo mi cuerpo. Mis muñecas estaban aprisionadas encima de mi cabeza por una de sus manos, las cuales eran increíblemente grandes y me retenían sin ningún problema. Su otra mano, que hasta entonces había estado vagando por mi cuerpo desnudo, se encontraba ahora sujetando fuertemente la piel de mis caderas; peñizcandola, apretandola, golpeándola. El resto de su cuerpo se ubicaba entre mis piernas, regalándome todo el placer que no había recibido en toda mi vida.
Mi cuerpo debajo del suyo parecía insignificante. Tan pequeño, tan frágil, tan dulce... y yo, su portadora, tan sumisa. La anchura de su cuerpo lograba dejar abiertas mis piernas sin esfuerzo alguno, permitiéndole embestirme con comodidad, golpeando cada parte de mi interior. Mientras tanto, su boca se hallaba acariciando mi oreja, soltando gruñidos al ritmo de sus embestidas, susurrando mi nombre con frecuencia.
-T/n...t/n...joder- cada vez el nudo asentado en la parte baja de mi estómago era más dificil de retener. No era mi primera vez, claro estaba, pero se sentía como tal. Cada parte de su miembro se abría paso entre mis paredes con fuerza, dilatándolas con algo de dificultad, como si nunca fuera suficiente. Aunque ya había pasado un rato desde que empezó a penetrarme, mi interior parecía no haberse acostumbrado aún a su tamaño.
Sus embestidas seguían sin descanso, sin dar señales de cansancio, sin variar su velocidad. Yo ya estaba a punto de correrme, no aguantaría mucho más. Los espasmos ya eran algo notorios en mis piernas y mi interior de contraía con más frecuencia. La habitación estaba inundada de mis gemidos, acompañados por sus gruñidos y los sonidos lascivos procedentes del choque de nuestras pieles.
-Vamos nena...s-sueltalo- lo escuché susurrar entrecortadamente, sus labios acariciando mi oreja, su voz alterando cada una de mis terminaciones nerviosas. Liberó mis manos, las cuales inmediatamente llevé a su ancha espalda, arañándola lo más profundo que podía; y con un último y gran gemido liberé el nudo que atormentaba mi intimidad, mientras él aumentaba notablemente la velocidad de sus embestidas, volviéndolas erráticas y alargando mi orgasmo.
-Joder... ¡Toji!- grité cuando su miembro llegó aún más profundo que antes y notaba algo caliente recorrer mi interior. Menos mal que estaba tomando la píldora.
Su cuerpo se desplomó sobre el mío, con la respiración agitada y la piel brillante por el sudor. Poco me importaba aquello en aquel momento, tan siquiera su peso lograba sacarme de aquel aturdimiento en el que me encontraba tras aquel orgasmo. Trataba de recuperar la respiración sin éxito alguno. Antes de poder hacer o decir nada, todo se volvió oscuro. Me había desmayado.
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Primer capítulo, esto va a ser como un prólogo y claramente se va a explicar posteriormente como se ha llegado a este punto.