IV

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POV Tom

Tom se sentía jodidamente desconcertado, nunca en su vida se había sentido así, parecía que tenía un torbellino en el estómago y el pulso acelerado. Era tan incómodo.

Cuando vio a Harry salir corriendo de repente se sintió muy solo, tan solo como nunca antes, incluso más que en su infancia. Y fue justo en ese momento en el que se dio cuenta de que él también se había apegado al niño, aunque nunca lo admitiría en voz alta.

Por eso, cuando le había visto con esa mirada de decepción y tristeza, la necesidad de salir corriendo tras él se hizo demasiado fuerte como para contenerla.

Para cuando llegó hasta donde Harry, el niño ya estaba casi fuera de casa, así que lo sujeto por la muñeca esperando que se detuviera. No quería que le dejara solo.

—¿Por qué hiciste eso?

—Mira, te dije que lo olvidaras ¿Sí?—respondió el niño soltando su mano del agarre, pero permaneciendo en el umbral de la puerta, sin verle.

—Me estás pidiendo que olvide que te abalanzaste sobre mí como un animal hambriento solo para besarme, ¿Eso es lo que me estás pidiendo?—cuestionó frunciendo el ceño.

—Joder si, y no me abalance como un animal hambriento—exclamo defendiéndose y con las mejillas rosadas.

—Siéntate—ordenó frustrado apuntando a la sala, nunca entendería a ese niño.

—No me voy a sentar, me voy a casa—exclamó intentando salir de nuevo por la puerta.

—Harry Potter, siéntate ahora mismo, no me hagas obligarte—dijo tomándolo nuevamente por el brazo y dirigiéndole una dura mirada.

—Escucha, yo no...—Harry se quedó callado cuando vio a Anguis a la cara.

Por un momento Tom se sintió inseguro y vaciló con su agarre y la fuerza, Harry le dirigió una mirada que no veía hace años, la mirada que mostró cuando le vio por primera vez, la mirada que le daba en la batalla cuando creía que no le observaba, la mirada que ocultaba de Voldemort, una mirada asustada.

Harry sin más obedeció y se sentó en la sala, parecía abrumado y perdido.

Tom intentó hacerlo hablar durante un largo rato de lo sucedido, pero Harry estaba demasiado perturbado como para formar una oración completa sin ponerse nervioso y Tom no pudo evitar notarlo.

Después de un silencio particularmente largo e incómodo Tom tomó una decisión importante, así que se puso de pie y con cuidado para no turbarlo más, tiró del brazo de Harry, que reaccionó y se puso de pie con lentitud.

Tom sentía la intensa necesidad de gritarle toda la verdad y de quitarle a toda costa esa mirada lúgubre del rostro. Así que salió de la casa arrastrando a Harry por el brazo, iba a decirle todo. Pero necesitaba llevarle a casa.

Por alguna extraña razón, ocultarle eso al niño se sentía como traicionarlo. A Tom no le gustaba la sensación.

—¿Anguis? ¿A dónde vamos?—cuestionó poniendo un poco de resistencia.

—Te llevaré a mi casa, necesito mostrarte algo—respondió deteniéndose sólo un poco para ver a Harry a los ojos.

Tom no le dio tiempo al niño de hacer más preguntas, porque los apareció a ambos justo delante de su casa, era un lugar limpio y amplio, pero no tan grande comparado con la mansión.

—¿Dónde estamos?, dijiste que iríamos a tu casa—preguntó Harry pareciendo desconfiar.

—Tranquilízate, esta es mi casa, solo voy a la mansión por temas de trabajo. Aquí es donde en realidad vivo.

Secretos y promesas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora