CAPÍTULO II: El confort de tu compañía
Cuando el timbre del departamento sonó, Eren se apresuró con impaciencia hasta la puerta. Su corazón se apretó dentro de su pecho, lanzándose de golpe sobre el azabache que no alcanzó si quiera a levantar la vista una vez que el chico le abrió las puertas de su hogar.
El mayor retrocedió un paso debido al brusco abrazo que había ejercido su pareja apenas se vieron, llegando a botar las bolsas que traía en las manos para corresponder el gesto que había hecho el moreno, quién se permitió sentir su calor y ese aroma que no había cambiado nada desde que se habían conocido.
El chico sólo se apartó cortamente para capturar los labios de Levi de manera desesperada, sin mediar palabras todavía, solamente deseoso por sentir de todas las formas al hombre a quién no había visto en más de tres meses; el más bajo se lo permitió y se dejó deleitar por la boca contraria por unos minutos que parecieron tan largos como efímeros.
– Vas a romperme los labios. – murmuró el azabache entre besos.
– Te recuperarás. Soy bueno con las curaciones. – respondió el moreno, todavía saboreando los labios contrarios. En seguida, la carcajada ronca de Levi reverberó entre ellos y lo hizo, finalmente, separarse para poder apreciarse mutuamente.
Dios, los años no pasaban por ese hombre, pensó el chico. Eren seguía viendo a ese apuesto azabache que había llegado un día hasta el pueblo a instaurar una novedosa cafetería, cuando el chico tenía apenas catorce años.
Pese a su baja estatura, su aire de madurez y rostro varonil lo habían dejado embobado al instante, logrando que su imagen no se volviera a borrar de la mente del moreno nunca más; y, para cuando ya tenía quince años, el mayor había abierto su cafetería, la cual fue toda una sensación en ese aburrido pueblo. Siempre estaba repleta tanto de gente adulta como de jóvenes, pues el variado menú y las espectaculares preparaciones del azabache hacían que los clientes frecuentaran mucho el lugar.
Claro que Eren había usado como excusa el ir casi todos los días a comer ahí, sólo para poder ver a Levi y tener cortas conversaciones con él. Sus amigos, después de un par de meses visitando sagradamente todos los días la cafetería, se habían dado cuenta de que el café y los panqueques de arándanos no eran el motivo principal para esas visitas, sino que el atractivo azabache que dirigía el lugar era el responsable de que el moreno no dejara pasar un solo día sin ir hasta la cafetería.
Levi, con sus ojos grises rasgados, su ceño fruncido, su aire de madurez y voz ronca lo habían enamorado a primera vista; pero no sólo su gran apariencia había llamado su atención, sino también lo pulcro que era con el cuidado de la tienda, la dedicación que le ponía a sus preparaciones, al menú, a la calidad de los productos; también le gustaba que fuese preocupado por la gente, escuchando los pesares de quienes se sentaban junto al mostrador – aunque el más bajo no era realmente bueno conversando, las personas del pueblo solían buscarlo de todas formas y él siempre, siempre se quedaba ahí. –
Incluso con el mismo Eren, las veces en que le iba bien en el instituto o para las celebraciones; Levi lo había saludado por su cumpleaños todos los años – porque, evidentemente, el moreno se preocupaba de llegar a la cafetería esos días – y era usual que le regalara un trozo de pastel o algunas galletas cuando se le ocurría hornear; así como también el menor iba todas las navidades a saludarlo por su cumpleaños.
Levi no había cambiado nada con los años; su cabello seguía igual, su piel exquisitamente blanca y suave no presentaba ni una mísera arruga, pese a tener ya más de treinta, y esos ojos grises casi azulinos seguían mirándolo con enorme cariño, igual que siempre.
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No de promesas, sino compromisos - [Ereri/Riren]
RomanceSi bien la vida no siempre es perfecta, la manera en que el amor hacia otra persona nos hace afrontar las decisiones más difíciles y sobrellevarlas, nos lleva a pensar que es esa imperfección lo que la hace maravillosa. Después de todo, el amor no s...