Capítulo Siete - Una Felicidad Dicha

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Tres semanas después pasaron muy rápido.
Después de volver a la casa con Dante, las cosas cambiaron. A excepción de nuestra rutina en el sexo. Dante me dominó varias veces. Y eso me hacía sentir viva a pesar de que Ambrose me torturó cuando me secuestró.
Aquel día de mayo, Dante y yo nos vestimos elegantemente. Íbamos a firmar los papeles para adopción de Ángelo. Eso era algo que llevaba mucho tiempo haciéndome ilusión. Y la madre de Dante estaba tan ilusionada con esa adopción, que vi como en los ojos de ella, la paz se hacía. Ya que su hijo estaba asentando la cabeza y formando una familia después de todo lo que sucedió en su pasado.
Tras firmar los papeles de adopción, el asistente social nos aclaró unas cosas. Y cuando este terminó, nos fuimos a celebrar con el pequeño a un restaurante cercano a la casa. Aunque aún deberíamos de esperar a que Ángelo estuviera con nosotros. En ese tiempo le prepararía una de las habitaciones de la zona de arriba. Aunque Dante tuviera que dominarme en la zona de abajo.
En el restaurante, Dante y Ángelo sonreían, mientras que sentí una opresión de felicidad en el pecho. Supuse que era por tanta dicha.
Mi teléfono móvil comenzó a sonar y al ver el nombre de nuestra abogada en la pantalla, me asusté. Y cogiendo rápido el teléfono, le dije:
―Ciao, cosa sta succedendo Francesca?
―È successo qualcosa di grave, Violeta ―me dijo.
―Che cosa?
―Ambrose si è suicidato in carceré.
―¡Qué! ―exclamé en español.
―¿Qué sucede cielo? ―preguntó en español.
―Tutto è stato improvviso. È stato trovato impiccato nella sua cella. Immagino che non potesse sopportare il rimorso per le morti sulla schiena.
―Grazie, Francesca.
Me quedé en blanco y sin saber qué decir.
Dante me miraba sin parar. Y yo tenía a la reacción que pudiera tener con respecto a la noticia.
―¿Qué ocurre? ―me preguntó de nuevo.
―La abogada me acaba de llamar para decirme que Ambrose se ha suicidado en su celda.
―¡Qué!
―Supongo que no podía con tantos remordimientos y quiso acabar con su vida.
Hice una pausa.
―En fin ―volví a decir―. Espero que su alma logre descansar después de todo lo que ha cargado a su pasado.
Y Dante se extrañó por mi reacción.
Él y Ángelo continuaron jugando en la mesa, mientras que yo pensaba en Román, los bebes que perdí y mis padres. Ya estarían descansando por fin en paz.
Tras dejar a Ángelo de nuevo en la casa de acogida hasta que los asuntos sociales no lo entregaran definitivamente, Dante y yo llegamos a la casa.
Fui a poner la ropa de abrigo fino en el armario.
El tacto de las manos de Dante me sobresaltó y fue su mano la que despertó el deseo cuando me apretó los pechos y me besó en el cuello con suavidad.
―Hueles muy bien ―dijo―. Vete a la mazmorra y espérame desnuda. Es una orden.
Le obedecí.
Y me marché hasta la mazmorra.
Ahí en pocos segundos, me desnudé y le esperé de rodillas ante la puerta.
Cuando él entró por la muerta, me miró por unos segundos, y después me dominó.
Tras llegar al orgasmo, miré a Dante a los ojos y le dije con total seguridad:
―Te amo, Dante. Estoy enamorada de ti.
Y Dante con una sonrisa, me besó como si fuera el último beso.

El Paraiso Dónde Decidí Quedarme (Cicatrices #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora