Capítulo 3

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Mirando al techo blanco y muy bien cuidado de mi habitación la alarma había sonado como tres veces y en el cuarto timbre casi no cuenta la historia. No sabría decir si fue el sueño o la paciencia que me ganó en no mandarlo a volar contra la pared. Detesto las mañanas. Hacen que tenga malos recuerdos. Terminé levantándome a regañadientes, arrastrando los pasos para darme una ducha y despejar mi mente. Ya estando limpio y vestido tomé mi mochila del piso, salí dejando todo recogido, solo quedó la cama a medio tender y mi laptop en el pequeño escritorio. Todavía no proceso que el día de mañana iremos a esa casa, después dentro de un mes aproximadamente… la boda, mi papá se casa, es increíble cómo el tiempo pasa volando.

— ¡Buenos días!

Mi padre ya servía el desayuno cuando llegué al pequeño comedor, una alfombra que ya, prácticamente ameritaba un reemplazo, pero no podía quitar que tenía buen gusto, la mesa solo tenía dos sillas a lo mucho, pero era bonita, patas y soportes de madera, lo que... llamaría la tabla de la mesa era de cristal grueso.

—Buenos días, papá, muy alegre el día de hoy por lo que veo ¿eh?

Tome asiento dándole un buen mordisco a mi pan tostado después de untarle mantequilla de maní.

— ¿Cómo no estarlo? No falta nada para casarme con Sandra.

Los ojos le brillan nada más con decir su nombre, casi que le brotan corazoncitos como en las caricaturas, si eso es estar enamorado… da asco.

— ¿Por qué esa cara tan larga?

¿Todavía me pregunta? ¿Cómo éste hombre siempre se da cuenta de mis estados de ánimo? ¿Acaso tiene un censor en la frente o qué?, creo que debo tener letreros en la cara cada vez que me ve.

—Nada papá… estoy… muy feliz de que hayas encontrado una buena mujer…

¡Puff! y así desaparece mi apetito.

Un silencio incomodo floto haciendo que la situación fuera… peor.

—Sé que esto es sumamente difícil para ti porque… nunca has tenido el calor de una madre. Me he esforzado para que nunca te falte nada, hijo, siempre te doy todo mi amor y sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites. Te agradezco mucho el que seas comprensivo, que hayas dejado Corea para venir a vivir aquí, que hayas sacrificado estar con tus amistades y salir de tu zona de confort. Tú eres lo único y más importante que me queda en esta vida y por nada del mundo te dejaría a un lado.

No me atrevía a mirarlo… usualmente no es tan emocional… era extraño hablar de esas cosas y se le notaba. Le estaba costando expresarse.

Se froto un poco el entrecejo y podía sentir que me miraba fijamente.

— (Suspiro) Tu tía tiene razón soy malo con esto…

Recordar como su tía y él se peleaban por quien lo cargaba o por el hecho de que lo consentía demasiado le saco una sonrisa.

—Aunque ahora me voy a casar, nunca pienses que te dejaré de lado o algo por el estilo. Siempre serás lo primordial en mi vida, siempre serás mi pequeño niñito amante del ramen.

Éste se levantó de su silla para acercarse a mí buscando mi mirada.

Observándolo, no pude rechazarlo. Me levante y me abrazó. Correspondí su cálido abrazo dándole unas palmaditas en la espalda, a decir verdad me conmovió un poco… si, si, lo sé, es mi padre y entiendo todo lo que ha hecho por mí ¿pero verle enamorado?... véanlo y júzguenlo ustedes, parece un borreguito con alas.

—Todo saldrá excelente papá.

Al romper el abrazo le di ánimos. Se limpió unas lagrimitas que comenzaron a brotar en sus ojos.

Rivales?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora