Capítulo 5

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Que día el que tuve hoy. Todo iba muy bien, no pensé llegar a esto, menos mal que Evanghelin llegó con su papá a mi rescate y menos mal, porque si llegaban a llamar a mi mamá le iba a dar el ataque de su vida eso se resumiría en adiós boda y adiós Jung no se qué. Sin mencionar que el chino ese iba a matar al indigente de la celda.

Ernesto me llevaría a mi casa y en el camino nos estaba regañando a ambas por nuestra irresponsabilidad y esas cosas. En comparación a Evanghelin y su mamá. Su padre era sumamente alto como de unos 1.90Mt, ojos verdes oscuros y cabello castaño, quijada en forma de diamante y rasgos finos pero masculinos.

— ¡Pero papá! Ya te lo dije, todo estaba tranquilo y de la nada llegó la policía, ni que nos fuéramos a quedar para invitarles un trago —refunfuñaba Elin dramáticamente a su padre.

—De igual forma fue un gran riesgo el que corrieron ambas. Pudo haberles pasado algo. Lo importante es que Adara y tú están bien, le diré de esto a tu madre y lo más probable es que Sandi se entere y espero que lo escuche primero por la boca de su hija que por nosotros, eso es de mal gusto y fin del asunto.

Le tendió una severa mirada a Evanghelin, a lo cual ella bufó y se puso a mirar por la ventana como niña regañada. En mi caso me reí un poco de su reacción pero de forma disimulada, no fuera a pensar que me estoy burlando de su situación… tal vez un poco. Es rara la ocasión en que el señor Ernesto regañe a Elin sin caer en sus artimañas, todo lo contrario cuando se enfrenta a su madre.

Aparcaron al frente de mi casa. Me despedí un poco apenada, pero Elin parecía no darle importancia, actitud que no era muy bien apreciada por el entrecejo de su padre. Ambas sabíamos lo que significaba.

Entrando a la casa no me moleste en ser sigilosa como esas pelis donde el protagonista falto su hora de llegada. Simplemente deje mis llaves y subí las escaleras directo a mi habitación.

Estaba molida de cansancio. No aguantaba mis pies, me retire los tacones y estaban todos rojitos y magullados parecían fruta aporreada. Este es el resultado de no estar acostumbrada a este calzado ¿Cómo le harán las modelos para aguantar tanto tiempo? En fin, tampoco era momento de tener mis pláticas existenciales conmigo misma.

Quitándome el vestido solo me limite a ponerme una pijama sencilla para tirarme en la cama y sin tardar mucho caí a los brazos de Morfeo.

****

Sonó el despertador y con el dolor de toda mi existencia tuve que levantarme a apagarlo. Su sonido es irritante, más que lo coloco lejos de mí, primero para obligarme a levantarme y segundo porque ya perdí la cuenta de cuantos despertadores he dañado.

Saliendo de la cama me duché y puse lo primero que encontré, hoy no tengo ningún ánimo de arreglarme mucho, más bien, siento que la cama me suplica porque vuelva a ella, pero eso no se puede por ahora. Bajé a la cocina y al pasar por la sala me extrañó ver tantas cajas selladas.

—Emm… mamá.

Sin dejar de ver aquellos objetos que se asomaban hasta por la cocina me senté en la mesa.

— ¿Si cariño?

Comenzó a revolver algo en el sartén.

— ¿Qué se supone que son esas cajas, nos mudamos o qué?

Sinceramente estaba desconcertada, cuando voltee a ver a mi madre ya ella me observaba con cierta aprensión.

— ¿Tomaste mucho ayer?

Ayer… me llegaron los recuerdos de todo lo ocurrido y me sacudí de solo acordarme. Lastimosamente ni la ducha, ni el café, ni el desayuno, ni mucho menos el despertador me quitaron el sueño, fueron los recuerdos de la fiesta y la forma tan desastrosa de terminarla.

Rivales?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora