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Jungkook yacía sentado sobre la amplía alfombra de la sala, mirando a un punto fijo, perdido totalmente para el mundo y tratando inútilmente de no resbalar en su espacio mental.

Habían pasado ya casi dos semanas desde el incidente, para su suerte, al día siguiente después de sus primeros cambios, había salido de su espacio y él mismo se encargó sobre su dolorosa dermatitis; por que le resultó totalmente vergonzoso para pedir ayuda siendo «grande»

Cerró fuerte los ojos realmente no queriendo ser pequeño en este momento. Después de casi dos semanas de no resbalar, claro que le hacía falta, pero tampoco quería agobiar a sus hyung's con su lado mocoso y malditamente malcriado. Ya tuvieron lo suficiente con lidiar dieciséis horas de trabajo diario en la empresa; y justo ahora que tenían días libres para descansar, no quería arruinarlo desde el primer instante.

Jungkook era consciente de que en su espacio era un mocoso la mayor parte del tiempo, y aunque lo intentara no podía hacer nada al respecto; toda y cada una de sus acciones dentro de su espacio eran sin ningún tipo de intención: quería pero no podía cambiar, ese lado es parte de él desde que tenía memoria.

La situación en la que se encontraba ahora era complicada, podía mantenerse grande por más de una semana pero luego de estar enredado de trabajos y mucho estrés, le era bastante complicado. Todavía luchando con su propia mente, podía sentir cómo iba perdiendo su pelea, siendo consumido lenta y seguramente por su pequeña parte.

Sabía que era mala idea resbalar sin decirle a nadie, él lo sabía, pero en serio no quería molestar a sus mayores tan temprano; pero ahora estaba envuelto en un problema, su pequeño «yo» no podía estar sin vigilancia, demasiado peligroso para estar completamente solo. En cualquier momento simplemente agarraría cualquier objeto pequeño que capte su vista para proceder a querer tragárselo.

Y lo haría sin rechistar.

Volvió a abrir aquellos ojos que ahora se mostraban diferentes, todavía conservaba su destello particular pero ahora tenía un toque de brillo travieso, digno de un pequeño niño. Viajó su mirada por todo el lugar intentando encontrar a la persona a la cuál había proclamado cómo su «papá». Su boquita formó un pucherito al no encontrarlo por ningún lado.

Los constantes rugidos de su barriguita fue lo que lo sacó de su búsqueda. Decidió que primero iba comer y después lideraría un plan para encontrar a su papá. Se incorporó de pie y salió corriendo hacía la cocina; era obvio que no sabía cocinar, él simplemente iba en busca de cualquier dulce con la cuál satisfacer su hambre.

Grande fue su sorpresa al revisar el refrigerador y no encontrar absolutamente nada; al menos para su gusto. Ni siquiera había leche de banana y eso lo hizo gruñir de manera enojada, pareciendo un pequeño cachorro enojado.

Maldita sea big Jungkook por tomarse toda la leche.

Varios quejidos y lloriqueos más tarde, el recuerdo de Sejin preparándole el desayuno llenó su mente en una fascinante idea. Podía hacerlo él también.

Decidido a preparar su propio desayuno sonrió traviesamente, abrió de vuelta el refrigerador empezando a sacar erróneamente los ingredientes para hacer panqueques.

Decir erróneo era poca cosa, por que nadie en su sano juicio usaría ketchup, mayonesa, mostaza y mucho menos coca cola para la masa de un panqueque. Pero él estaba convencido de que tenía toda la razón: terminó por elegir los últimos ingredientes de la alacena; cómo harina, siete huevos, un cartón de avena, cereal y medio kilo de azúcar.

Six boys and a brat Donde viven las historias. Descúbrelo ahora