Capítulo VIII

111 7 1
                                    

Por la tarde un médico entró en la habitación y con ayuda de una jóven enfermera me escayoló la pierna.

Sheila se quedó en el hospital hasta que me dormí a las 11. Lo sé porque me dejó una nota sobre la mesilla en la que ponía:

Hola Alice. Esta noche he estado dumiendo en casa. Me fuí del hospital cuando te dormiste y te dejé esta nota. Iré a verte por la mañana. Espero que hayas dormido bien.

Un beso

Sheila

Vi que tenía el desayuno en una mesa portátil que había al lado de la cama. Lo cojí y empecé a comerme todo.

Eran las diez cuando estaba desayunando y mi móvil empezó a vibrar.

Era un contacto desconocido.

Cojí el teléfono

- Buenos días Alice. Espero que hayas dormido bien- dijo una voz grave

- ¿Quién eres?-dije medio dormida.

-Soy Pablo

- Ah... vale. Acabo de levantarme y no reconocía tu voz.

-No pasa nada. ¿Qué tal dormiste? ¿Necesitas algo?

-¡Deja que me despierte!- grité con los ojos cerrados.

Pablo rió y dijo que vendría a verme ahora.

Colgué el teléfono. Respiré alegre y me acomodé para continuar con el desayuno.

Alguien llamó a la puerta. Debía ser Sheila. Oí unos pasos y de repente vi el rostro de Pablo. Sorprendida le sonreí y él hizo lo mismo.

Dejó sus cosas en una silla y se acercó a mi con las manos en la espalda.

- Te he traído esto. -Dijo en voz baja

Me quedé mirando lo que tenía en sus manos. Me había traído unas magdalenas con chocolate.

- No sabía si te habían dado de desayunar o no y pensé que estarías muriéndote de hambre si no habías comido nada.

-Ya he desayunado- dije señalando la bandeja vacía- de todas formas muchísimas gracias. Acércame mi bolso por favor.

Pablo se giró y buscó el bolso por la habitación. Unos segundos después se encontraba al lado de la cama con el bolso en sus manos.

Me lo dió con cuidado.

-¿Cuánto te costaron? - pregunté

-No voy a decírtelo. Fué un regalo.

-¿Qué? - dijé

- Como lo oyes. Ahora cómetelo antes de que se derrita el chocolate.

Partí la magdalena por la mitad y le di un cacho a Pablo. Él lo cojió y se lo fue metiendo a la boca en pequeños trocitos que iba partiendo con la mano con la que no estaba sujetando la magdalena.

Sheila entró en la habitación.

-¡Buenos días Alice! -dijo con una gran sonrisa a la vez que entraba a la habitación.

- Buenos días. - Dijo Pablo

Sheila se sobresaltó y se dió la vuelta para mirar a Pablo. Creo que no había notado que éste estaba allí.

-Hola- le dijo Sheila a Pablo

Pablo la miró riéndose. Pues hace unos segundos a Sheila casi le da algo cuando Pablo la asustó.

Sheila se sentó en la misma silla en la que había estado el día anterior. A mi lado.

Pablo se levantó y le ofreció una magdalena a Sheila.

Sheila le sonrió y le dió las gracias

Alice CarpenterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora