REGLA #1
NO FRATERNIZAR CON LOS MUNDANOS.
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Dynthea Moon es la próxima Reina de los Licántropos, rebelde y testaruda hasta los huesos. Hija de la más frívola y malvada reina que Lunae ha tenido en siglos.
¿Qué pasará cuando la princesa decida rompe...
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Toda la movida de hace un momento se ha calmado. Mi amiga se encuentra viendo al cabeza de calabaza e ignorándome.
—Oye Moon deja eso allí— Escucho que un rubio muy enojado le reclama a la chica— Sabes que haré lo que quieras cuando quieras, pero mi comida, se respeta.
—Ay pero que lastima, ya está en mi plato, ahora es mío. — Después de pronunciar esas palabras comienzan a pelear por la pieza de pollo que tenían entre tenedor y tenedor. Y yo creyendo que eran maduros.
—Chicos, ya basta— La rubia les quita los tenedores de la mano a los dos y ellos la miran como si la fueran a matar— no entiendo cómo han sobrevivido juntos toda su vida.
Esperen ¿qué dijo? ¡¿Toda la vida?!
—¿Toda la vida? — Pregunta Lili como si me leyera la mente, el rubio sonríe y pone su brazo alrededor del cuello de la castaña, esa simple acción hizo que bajara mi mirada a la mesa con una mala sensación en mi pecho y estómago.
—Así es, hemos sido mejores amigos desde nuestro nacimiento— ¿Mejores amigos? ¿O sea que no es su novio? Por alguna razón eso mandó descargas de adrenalina en todo mi cuerpo, lo que provocó que levantara la mirada en seguida. Mala idea, todos me voltearon a ver.
Dynthea se paró de un rápido movimiento de su asiento.
—Lo siento, tengo algo importante que hacer— Después de decir eso desapareció de entre todas las personas que se encontraban en el comedor.
Después de que se fue no la volví a ver en todo el día. Es estúpido, pero parecía que me estaba evitando.
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Iba camino a mi casa como un perro solitario, ya que mi mejor amiga decidió volver a salir con James. Cuando de pronto, a lo lejos en el bosque, logro divisar una especie de artefacto brillante. La curiosidad me mata y me encamino hacia lo que ha llamado mi atención.
Sigo adentrándome en el bosque, pero no encuentro nada. Cuando me doy por vencido se escucha un ruido a mis espaldas, como un crujir de hojas al ser pisadas.
Me doy vuelta rápidamente y ante mí se encontraba un enorme oso. Mierda.
Me quedo estático en mi sitio, había olvidado todo lo que nos habían enseñado que teníamos que hacer en situaciones como estas.
