Capítulo 3

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Quizás y sólo quizás estemos destinados a estar juntos como también destinados a quemarnos.

Caminar tranquilamente por las calles de Brooklyn mientras la puesta de sol acababa y conversar con Kaden era una de las cosas que aún no sabía y era que es relajante. Sabía que aquella mirada que mostraba tiniebla, rencor y entre muchos sentimientos más, sólo era alguien el cuál te hacia sentir extremedamente protegida.

-¿Qué es lo que más te gusta?- le pregunté mientras miraba el cielo.

-Intentar ser feliz- lo miré de reojo y su sonrisa era melancólica.

-Eso es bueno-tomé una bocanada de aire- intentar serlo a pesar de grandes tormentos que acontecen en la vida de uno eso es ser fuerte ¿sabes?

-Pero una cosa es intentar serlo y otra es ser feliz, Hazel, son cosas y sentimientos muy distintos del otro- se encogió de hombro.

-¿De qué sirve que intentes serlo si no podrás lograrlo?- lo miré confundida.

-No lo veo como tal, siento que es todo lo contrario, intentar ser feliz es algo bueno y a su vez una gran batalla con esto llamado vida, la persona que te diga soy feliz sin problemas está mintiendo- soltó una risa acogedora- en verdad lo es, nadie es feliz con problemas, pero puedes intentar serlo.

La vida es como una escuela sino aprendes a la primera, aprenderás las veces necesarias hasta que te hagas fuerte.

-Es verdad, te daré la razón esta vez porque es verdad- ambos reímos a carcajadas.

Ya había llegado a mi destino que era mi casa, estaban las luces prendidas y muchas siluetas moviéndose a su alrededor ¿Hay invitados?, no recuerdo que mi mamá me comunicara de invitados o reunión en casa.

-Bueno, ya debo irme- le brindé una mirada cálida.

-Oh, ya veo, bueno me debo ir entonces.

-¿No quieres entrar?, podría prensentarte a mi mamá si quieres- le sonreí.

-No no, será en otra ocasión porque ando algo mal del tiempo y debo llegar antes de que sea más tarde- me encogí de hombro y me fui.

Entré a la casa y me sorprendí en el momento justo, había maletas, bolsas de regalo y comida ya preparada y colocada sobre la mesa. No sé quién está aquí, porque, por supuesto, no hay absolutamente nadie en la sala de estar. Entonces decidí ir a mi habitación a cambiarme. Esto me sorprendió. Es él.

Cuando anhelas algo y quieres tenerlo o verlo, a veces y sólo a veces, se vuelve realidad.

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi, lo abracé sin él a mi lado durante tanto tiempo. El tiempo vuela, no me di cuenta. Se ve tan sano como antes, musculoso y alegre, presenciando un cabello rubio dorado, lo que es admirable es que su piel delicada y pálida, iluminada por  hasta la más mínima luz de luna más débil, puede dañar esa piel. Mi padre.

-¡Hey!- abrió sus brazos en referencia a un abrazo.

-Hola, yo, uhm...-fuí atrapada en esos brazos dónde te sentías calmada de cualquier tormenta.

-¿Cómo andas?¿Qué tal el instituto querida?- extrañé oír esa voz tan melodiosa, pero gruesa que te hacía temerle.

-Normal, nada nuevo que contar, es aburrido-me encogí de hombros y soltó una carcajada.

-Sigues siendo igual, pero sé  que cambiaste en muchas cosas más ¿no es así?

-Claro que sí, lo hice.

El color transparente del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora