11. ¡Logan Preston!

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Al llegar al jardín nos sentamos en el banco que estaba en una esquina. Logan enseguida sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo mientras yo me limité a cruzarme de brazos.

—¿Por qué fumas?—le pregunté, cuando sacó el cigarro y le prendió fuego.

—Me ayuda a sacar el estrés.

—¿Cuánto llevas fumando?

—Veo que estás muy preguntona, eh.—y se giró a verme—. Llevaba un año sin fumar, hasta el otro día cuando me viste con Adler.

—¿Y eso?

—Prefiero no hablarlo.—y volvió a fijar su vista a la nada.

—Ya veo...—le contesté, fijando la vista al cielo—. A mí tampoco me gusta hablar sobre ello.

—Tampoco te lo iba a preguntar.

—¿Crees que soy demasiado tonta para no haberme fijado en que quieres saberlo?—le dije con una sonrisa en mi rostro.

Era la primera vez que le sonreía para bien, es decir, sin ningún rastro de burla.

—¿Y cómo lo sabías?

—Porque te mordiste el labio.—le dije, encogiendo los hombros. Él se giró a verme y pude notar como se sorprendió por mi observación.

—Veo que eres muy observadora.—y le dio una calada al cigarro.

—Me lo suelen decir...—y fije la vista en la casa—. Se me está haciendo raro esta conversación contigo. ¿Desde cuándo estamos tú y yo tan tranquilos hablando?—le dije, sonriendo.

—Esta conversación no significa que estemos en paz...así que no te emociones, eh.—y en su rostro apareció una sonrisa socarrona.

—¡Ala! ¡Bravo!—le dije, aplaudiéndole—. ¡Ya has jodido el momento!

—No te quería emocionar por nuestra paz.

—¡Y sigues! Estás más guapo, calladito.—y lo fulminé mientras que él se reía—. A mi tampoco se me olvida de lo que hiciste hoy.

—Abby, no fue para tanto. Y la verdad es que el libro tiene muy buena pinta.

—¡¿Qué?! ¡¿Acaso lo leíste?!—empecé a gritar mientras me levantaba del banco.

—¡Claro! ¿Pensabas que no iba aprovechar a leerla?—me dijo con una sonrisa socarrona.

—¡Te juro que te mato!

—Ya me lo agradecerás. Tu tranquila, espera unos días más y ya me dirás si tenía razón o no.

—Deja de decir tonterías.—mascullé, volviendo a sentarme en el banco.

Cuando me iba a decir algo, fue interrumpido por su móvil y él al parecer no le gustó mucho, ya que rodó los ojos y cogió la llamada de mala gana.

—¿Si?—contestó con una ceja alzada—. No me apetece ir...voy para que no me toques más los cojones, eh...salgo de casa en cinco minutos...hasta ahora.

—¿Qué vas hacer en esta fiesta?...¡Ah, ya sé! Acostarte con una chica, para que te saque esas ganas de...

—Pareces mi madre. Ya te quisiera ver yo, en una fiesta.—y se levantó del banco.

—Yo no soy como tu.—y lo fulminé a medida que lo seguía para entrar en casa.

—Si, si...hasta mañana.—me dijo, apurando el paso y yéndose.

Pocos minutos después llegaron Clarise, Cedric, Anne, Kelly y Olaf. Todos se dirigieron a la cocina, donde yo estaba sentada en la isla de la cocina con una taza de manzanilla fría.

Mi pesadilla favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora