14. Una mala noticia

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Al salir del hospital con Sahara a mi lado, nos fuimos al coche y al subir en él nadie habló. Estábamos cansados y enfadados con la persona que le estaba haciendo daño a Sahara.

—¿Crees que tendrá razón el doctor?—preguntó Sahara, aún con los ojos llorosos.

—Ya él te dijo que no es el 100% seguro. Puede haber una posibilidad de que en un futuro aún puedas ser mamá.—le contesté, animándola.

—Yo siempre quise tener hijos en un futuro, pero por culpa de este mal nacido ahora mismo lo veo imposible.—y noté la ira en su voz.

—Tranquila, Sahara. Fijo que ese sueño vas a cumplirlo.—la animó Logan, mientras conducía.

—Cada semana tengo que ir a revisión para ver cómo van progresando las heridas.—dijo Sahara, agachando la cabeza destellando tristeza en sus ojos.

—Sahara, no. No voy a permitir que bajes la cabeza por un psicópata. Tu tienes que ser fuerte y me tienes a mi para lo que sea...y también a ellos.—y la vi fijamente.

—Adler, estás muy callado. ¿Qué coño estás pensando?—le preguntó Logan con el ceño fruncido.

—Sahara, ¿dónde está ese mal nacido?—le preguntó Adler. Sahara enseguida lo vio con preocupación y era normal, la cara de Adler no andaba para bromas.

—Déjalo, Adler.—empezó a decirle Sahara, apoyando una mano en el hombro de él.

—Sahara, dime en dónde coño está.

—No.

—Dímelo.—siguió insistiendo.

—Adler, déjate de gilipolleces. Todos los que estamos en este coche, sabemos que ese mal nacido se merece todo lo malo de este mundo. Pero tranquilo, llegará su tiempo y lo pondrá en su sitio. Y si en un caso no sucede eso, nosotros mismos nos encargaremos de ello. Te lo prometo.—le dijo Logan, intentando tranquilizarlo un poco.

—Vuestra forma de vengaros, no es la correcta. En tal caso, nos vamos a la policía y entregamos pruebas.—intervine, viéndolos fijamente.

—Tiene razón Abby. No os metáis en problemas por mi culpa. Pero aún así, a la policía no puedo ir.—nos dijo Sahara.

—No es meterse en problemas por tu culpa, Sahara. Ese imbécil se merece una gran hostia encima y claramente que tenemos que hacer algo.—dijo Adler, volviendo a enfadarse.

—Es mejor dejar el tema por hoy, ¿si?—les ofrecí, ya que Sahara ya bastante tuvo por ese día con la mala noticia que le dieron.

—Tiene razón Abby.—dijo Logan, apoyándome—. ¿Y si nos vamos a dar una vuelta por la calle de Gum Wall? Abby nunca estuvo ahí.

—Si. Buena idea.—y en el rostro de Sahara se le asomó una pequeña sonrisa.

—Abby, seremos tus guías turísticas personales.—y sonreí al escuchar a Adler.

—Pues menudos guías turísticas me gané.—les dije, metiéndome con ellos.

—¡Eh! Que somos los mejores y no lo puedes negar.—dijo Sahara, haciéndose la ofendida.

Durante el camino hacia la calle Gum Wall, Adler contaba chistes malos y buenos para animar un poco el ambiente después de la noticia que le dieron a Sahara. Al llegar a la calle bajamos del coche y nos dirigimos a ella. Cuando llegamos, vi una pared llena de chicles y la gente sacaba fotos en ella.

—Abby, Logan...acercaros a la pared que os hago una foto.—dijo Adler, sacando el móvil del bolsillo.

—¿Para qué? Ya tengo por lo menos veinte fotos en esta pared, mi madre cuando era pequeño estaba obsesionada en sacarme fotos en todos los sitios, incluido en los sitios que ya me había sacado una.—empezó a decir Logan, andando perezosamente hacia mi.

Mi pesadilla favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora