39. La decisión

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Seguía en la piscina y empecé a pensar en cómo decírselo o cuando hacerlo, pero al pensar en eso me agobiaba y sentía como mi respiración se volvía más irregular. Lo que sí sabía era que se lo tenía que decir lo antes posible para quitarme el peso de encima.

—Hola, bonita. ¿Qué haces aquí tú sola?—sentí sus brazos en mi cintura.

—Pensar.

—¿En qué?—y se sentó a mi lado.

Rápidamente pensé algo para ponerlo de excusa.

—En cómo terminar mi novela.—y me fije en el agua de la piscina para que no se diera de cuenta que no estaba mintiendo, aunque estaba segura de que sí que lo sabía pero intento pasar del tema.

—La sigo leyendo. Todas las noches cuando subes un capítulo, voy corriendo para ser el primero en leerlo.

—¿Te está gustando?—y esta vez lo vi a la cara.

—La trama está muy bien, la forma en la que escribes también. Pero Hal me cae como el culo hasta ahora. No me parece normal que el imbécil fuese capaz de humillarla de esa forma. Yo no sería capaz de hacer lo que hizo ese imbécil.—y me quise reír al ver su indignación.

—Pienso lo mismo.

—También tengo curiosidad por saber porque ella vive sola a esa edad.—y alzó una ceja pensativo.

—Pronto lo sabrás.

—Pues espero que sea rápido, porque la curiosidad me está matando.—y asentí mientras me acercaba a él.

Me senté en su regazo y puse mis manos en sus mejillas. Enseguida nos vimos y cuando no podía aguantar más, uní nuestros labios en un dulce beso que tanto anhelaba. Él era el único que podía sacarme del mundo y centrarme en él. Él era el único que me podía hacer olvidar esa maldita noche en que me violaron y aún no me acordaba de nada. Él era el único que podía hacer que nuestra pesadilla se convirtiera en mi favorita. Solamente quería a él conmigo a mi lado, cumpliendo los sueños juntos.

Decidí disfrutar de ese momento. Así que lo empecé a besar con desesperación y lo acerqué más a mí para sentirlo. Él se aferró a mis nalgas y las apretó hacia él mientras me seguía besando.

Empezó a besarme por el cuello y movió una de sus manos a uno de mis pechos, causando pequeños jadeos de mi parte. Yo empecé a bajar una de mis manos por su pecho, por su abdomen hasta llegar a su erección.

—Para...—me dijo separándose de mí con la voz entrecortada y ronca.

Alcé una ceja sin entenderlo.

—Es mejor que vayamos a mi habitación. No me apetece que alguien te vea desnuda.—y sonreí al escucharlo.

Salí de su regazo y me levanté. Él hizo lo mismo y en el momento que iba a dirigirme para dentro, me cogió de la cadera para ponerme enfrente de él y cogerme en sus brazos, enroscando mis piernas en su cadera.

De camino a su habitación yo seguí besándolo por el cuello mientras le acariciaba el pelo. Él a veces gruñía pero sabía que era porque estaba deseando llegar a la habitación de una vez por todas.

Una vez en ella, me tumbó en la cama y se puso encima mía. Empezó a besarme en los labios desesperadamente para luego bajar por mi cuello. Antes de seguir más abajo, decidió sacar mi camiseta para acceder mejor al resto de mi cuerpo.

Mientras él besaba cada parte de mi cuerpo, yo le acariciaba el pelo con desesperación mientras soltaba algún que otro jadeo. Empecé a desesperarme al no poder tocar su torso desnudo, así que acerqué su cara a mi rostro y al verme él ya sabía lo que quería. Sin esperar más tiempo, agarre el bordillo de su camiseta y se la quite, pudiendo ver el tatuaje que se hizo por mí.

Mi pesadilla favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora