cansancio

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POV Anaju

Era temprano cuando Flavio y yo ya estábamos despiertos. No mantuvimos mucha conversación, nos pusimos directamente a buscar más información sobre mi padre, quién supuestamente no me conocía. Pero yo no me rendía ante ello, no me quedaba tranquila.

— Aún vive en Teruel, parece. — Comenta Flavio, para después dar un pequeño sorbo a su café. Yo asiento.

— Eso parece. — Imito su gesto con mi café.

— Bueno, creo que hay poco más que ver. — Me miró. Hice una pequeña mueca. Odio rendirme.

— Pues sí... Creo que no hay mucho más.

Acaricia mi mejilla con suavidad y besa mi frente.

— No te rayes... Seguro que se habrá liado o se habrá confundido y por eso te dijo eso, no creo que no te conozca.

— Supongo que tienes razón. — Dejé caer mi cabeza en su hombro mientras su brazo rodeaba los míos, para después darme un beso en la cabeza.

— Podrías hablar con tu madre.

— No sé si querrá contármelo.

Se encogió de hombros.

— Por probar no pierdes nada, Anaju.

Asiento mirándolo y nos sonreímos mutuamente.

Ambos nos quedamos en el sofá esperando a que mi madre llegara de trabajar. Me daba igual que él estuviera, supongo que para conocerme debería conocer mi historia, al igual que yo conozco levemente la suya.

Mi madre llegó a su hora de costumbre, abrió la puerta y nos saludó con una sonrisa.

— Mamá, ¿puedes venir? — Alzo la voz cuando la figura de mi madre desaparece al entrar por la cocina.

— ¡Voy! — Alza también su voz y vuelve de la habitación para sentarse con nosotros. — Dime.

— ¿Puedes contarme que pasó con papá? Tengo 17 años, merezco saber algo, al menos un por qué.

Mi madre respira profundamente y se acomoda en el sofá.

— Nos peleamos fuerte esa noche. — Mi madre comenzó a hablar, ignorando completamente la presencia de Flavio, o simplemente le daba igual que el chico también supiera lo que pasó. — Tu padre se aburría, con todo. La relación, el ambiente, su trabajo. — Suspira pesadamente. — Nos quería, eso lo sé, pero no lo suficiente. Fue muy egoísta, Julieta, y por eso nunca quise contarte nada, no merecías saber que tu padre se cansó de nosotras, que lo hizo tan mal. — Asentí despacio, intentando asimilar toda la historia. — No sé qué es de él, no eres la única que quiere saberlo. Solo sé que se casó, que tiene hijos, pero no sé cómo está, ni si está igual de feliz que como lo era, o creía, que era con nosotras.

— No se merece que le busquemos, mamá. Él no nos ha dado importancia. — Reflexiono.

No dije eso para consolarla, sinceramente cambié de opinión después de que mi madre contara la historia.

A mi padre le he dado igual durante el tiempo que se fue, ¿por qué iba yo a buscarle, si él nunca lo ha hecho?

Agarro la mano de mi madre demostrando mi apoyo, demostrandole que no está ni estará sola.

— Nosotras podemos con todo. — Me dijo. Yo asentí.

— Claro que podemos.

Flavio nos miraba a ambos con una sonrisa enternecedora, y yo abracé a mi madre como hacía tiempo que no la abrazaba.

— Voy a hacer algo de almorzar. — Sonríe y me besa la cabeza, yo asentí.

Se levanta y se va hacia la cocina, yo miré al chico que aún seguía sentado a mi lado y deja un beso en mi cabeza.

— Sois muy fuertes las dos.

— Que va. — Sonreí de medio lado y le di un pico.

— Créeme que sí.

— Si tú lo dices. — Sonrío dejando una leve caricia en su mejilla.

— ¿Esta tarde salimos con Hugo y Eva?

— Pues... Como quieras, por mí sí.

Tenía ganas de salir con mis amigos. Flavio nunca ha sido mucho de venir con nosotros, yo me empecé a hacer más amiga de Hugo cuando salió con Eva, y en cambio Flavio se juntaba con él cuando iban solos.

Sinceramente me gustan estos planes. No sé, a pesar de no ser novios, es entretenido salir en “parejas”.

Mi madre llegó con la comida y nos quedamos almorzando mientras hablábamos de cosas varias, y como de costumbre, mi madre le hacía el propio interrogatorio a Flavio.

Cosas banales cómo que cuántas novias ha tenido, pasando por si tiene mascotas y acabando por donde nació.

Terminamos de almorzar y nos levantamos.

— Voy a ducharme. — Comenté.

Ambos asintieron y yo subí al baño.

Cerré la puerta, pero al poco noté como volvió a abrirse y lo vi entrar. Solté una pequeña risa.

— ¿Dónde vas? — Le miré divertida alzando levemente mi ceja izquierda.

— Me he confundido de habitación y he acabado aquí, fíjate que casualidad. — Ironiza mientras camina a cada palabra que dice; cada vez más cerca de mí, hasta llegar a posar sus manos en mi cintura aún vestida.

— Eres un payaso, lo sabes, ¿no? — Reí y le seguí mirando con la misma expresión burlona y payasa mientras mis brazos rodeaban su cuello.

Él hace una mueca torciendo su labio y ríe. — Me lo suelen decir, a lo mejor tendré que empezar a plantearlo.

— Hm, puede que sí. — Bromeo en respuesta y acerco mi cara hasta la suya provocando que nuestros labios se junten en un beso bastante suave y delicado.

Nuestras bocas jugaban a juntarse y a separarse sin cesar, había veces que su lengua se colaba; había veces que la mía, o simplemente se encontraban y batallaban.

Sus manos cálidas se colaron por mi camiseta para poder levantarla, y yo me dejé hacer por ese contacto que tanto me gusta.

Mis manos imitaron el recorrido de las del moreno para dejar su camiseta a un lado, sin parar nuestros besos ni separar nuestros labios lo suficiente como para frenarlos.

Me separé un poco al percatarme de que mi madre no sabia nada, y sería un poco raro que oyera ruidos o que directamente el chico y yo saliéramos a la vez de la misma habitación.

— Aquí no podemos. — Susurré en sus labios, él asintió.

— Apúntate en la agenda que me debes un polvo en la ducha. — Dice en tono burlón.

— Hecho. — Me doy un toque en la cabeza con mi dedo índice mientras reímos levemente.

— Te dejo ducharte, fea. — Coge su camiseta y se la pone de nuevo. — Te quiero. — Dice espontáneamente.

No me esperaba que me lo dijera, él no es de decirlo tantas veces y tan directamente. Pero me parece tierno.

— Yo a ti también. — Sonreí, y luego salió del pequeño cuarto de baño.

Me duché tranquilamente y salí ya vestida, dispuesta para salir.

Nos fuimos cogidos de la mano hacia donde estaban Hugo y Eva, hasta que les vimos.

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Angelito de cristal | Flavio & Anaju. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora