CapítuloDiez|Ansias|

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—¡Dante, despierta! Mamá llegará pronto con Molly. 

Dante cerró sus ojos y suspiró. Quería a su mamá y hermana, pero tenerlas en el castillo era un suplicio para todos, sobretodo para él. Axel salió e inevitablemente se preguntó desde hacía cuánto Axel despertaba mucho antes que él.  Levantándose de la comodidad de su cama, comenzó a vestirse. Desde el gran ventanal de su habitación notó que aún no había amanecido completamente.  

Se sentía frustrado, no había dormido casi nada pensando en Charlie y en la razón del por qué estaba ahí. No sabía si creerle totalmente, porque sí podría ser una mentira todo lo que le dijo, pero creía que era mejor darle su espacio y quizá ella le diría la verdad a medida que tuviera más confianza con él, o al menos eso esperaba. Tenía puestas sus esperanzas en ella, realmente ansiaba verla esa noche.

Salió y bajó las escaleras. Miró por una de las pequeñas ventanas y observó cuatro carretas acercarse y a varios jinetes con estandartes del clan McCray. No, ¿realmente lo habían hecho? No podía creer lo osadas que habían sido esta vez. Se quedó allí mirando y poco después la comitiva se detuvo frente a la puerta de su castillo. Observó bajar de las carretas a su madre y hermana. Luego, de otra carreta  unas criadas y cuando el pensamiento de que en la otra carreta seguramente venían sus pertenencias se hacía más fuerte, de repente, bajó Zara McCray junto a su criada. Suspirando, cerró sus ojos. ¿Por qué la habían traído consigo? Si creían que teniéndola en su castillo iba a hacer que se enamorase de ella, estaban realmente equivocadas. 

Intentando con todas sus fuerzas mantenerse sereno, bajó las escaleras con tranquilidad e intentando calmar todo su ser de explotar frente a todas esas personas que estaban ahí. Realmente odiaba que quisieran forzarlo de esa forma a comprometerse con una mujer por la que no sentía nada más que una completa indiferencia.

—¡Hijo mio!

Su madre se acercó a él y le abrazó, seguida de Molly, su hermana. Le miró seriamente a cada una y ambas reaccionaron desviando sus ojos hacia otro lado. Eran conscientes de lo que habían hecho.

—Nos hemos encontrado casualmente con Zara en el camino, ¿puedes creerlo?—dijo Molly con emoción.

Dante miró a Zara y asintió hacia ella cuando sus ojos se encontraron.

—Bienvenida, Milady.

—Es un placer estar aquí.

Mirando hacia su familia e invitada, se excusó. No quería estar más ahí y debía comenzar a entrenar, o irse a revisar las cuentas del castillo. Cualquier excusa era válida para escaparse de ese momento incómodo. 

—Me retiro, tengo trabajo que hacer.

—¡Dante!—gruñó su madre—. ¿Por qué te vas a ir? Acabamos de llegar.

—Tengo trabajo que hacer y guerreros que entrenar, lo siento.

Había cumplido su parte al salir a saludar, no podía pedirle más. Fue hasta su oficina y cerró la puerta tras de sí y caminó al escritorio. Revisaría las cuentas y verificaría que todo estuviera en orden. Necesitaba calmar su mente y distraerse mientras llegaba la noche.

Se sentía realmente impaciente por su encuentro con Charlie, quería que las horas pasaran rápido para volver a verla y empezar con su entrenamiento. 

Luego de un rato, sintiéndose cada vez más fastidiado decidió ir a su habitación y buscar la espada de Charlie. Al llegar, atrancó la puerta de su habitación y buscó la espada que era realmente pequeña en comparación con la suya. La revisó durante un rato y se preguntó si realmente sería tan fuerte como parecía. Tenía que probarla y comprobar si resistiría una lucha o se rompería al tercer golpe. Se acercó a la ventana más grande su habitación y miró el cielo, luego el extenso mar norte que casi rodeaba su castillo. La inmensidad de las olas y el gran ruido que hacían al chocar contra las piedras del castillo le calmó de cierta manera. 

Por siempre, implacableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora