CapítuloNueve|Deseo De Sangre Y Venganza|

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—Quítame la maldita espada del cuello.

Dante sonrió y acercó más el filo a su cuello, teniendo en extremo cuidado de no herirla.

—Si no me dice nada será peor para usted, señorita.

—¿Cómo puedes exigirme respuestas cuando estás por rebanarme el cuello?

—Si me respondes puede que lo piense y no lo haga—dijo, sonriendole.

Quería transmitirle confianza y que entendiera que no pensaba hacerle daño alguno. Era tan pequeña en comparación a él, que sentía que cualquier movimiento la dañaría. Observaba sus ojos mirándole con fijeza y no hacia más que preguntarse una cosa, ¿ella estaría tan nerviosa como lo estaba él? Se sentía algo conmocionado por volverla a ver y realmente no comprendía porqué.

Le observó con detenimiento mientras la veía pensar y tragar saliva. Quería quitarle la espada del cuello, pero tampoco quería tocarla por más que quisiera porque temía asustarla—aunque quizá la estaba asustando más teniendo la espada en su cuello—. Había pasado poco tiempo con ella, pero lograba comprender que el rechazo que ella transmitía hacia él no era normal. Algo tuvo que haber pasado como para hacerla huir de su país y refugiarse en un oscuro bosque de las Highlands. Había algo oculto ahí y necesitaba averiguar qué era.

—Fui secuestrada en mi país y traída a Edimburgo a la fuerza por unos hombres. Junto a mí venían varias mujeres más, fui la única que logró escapar.

La escuchó y se horrorizó al instante. Alejó la espada de su cuello y la regresó al cinto. Logró detallar su rostro por completo gracias a que las nubes habían descubierto la luna y esta brillaba con todo su esplendor, ofreciéndole la mejor de las vistas que había tenido en su vida. Su cabello corto se movía por el viento y sus preciosos ojos azules le miraban sin perder detalle de su expresión. Esa joven era preciosa a sus ojos.

—Logré escapar mientras estábamos en el puerto, no recuerdo el lugar exacto, pero pude herir a quien me atacaba y logré escapar.

—¿Cómo lograste llegar hasta aquí sin ser vista?—preguntó siendo incapaz de alejar sus ojos de su rostro.

—Seguí a unos hombres hasta aquí. Ellos eran unos de los pocos que no se veían tan atemorizantes como los otros. Logré esconderme bien mientras los seguía y en ningún momento notaron mi presencia. Estoy aquí desde antes que su comitiva llegara de su viaje.

—¿Por qué decidiste quedarte aquí en vez de recurrir a los casacas rojas para que te regresaran?

Dante siguió observándola mientras pensaba. Evitaba sus ojos por alguna razón y creía que era porque le temía. Él realmente no quería que ella le tuviera miedo.

—Porque esos hombres no iban a hacer nada por mí.

Dante se quedó de pie frente a ella. Si bien sabía del mal trato que daban los casacas rojas hacia su gente, no podría imaginar como sería con una mujer de las suyas. ¿Tan malo era pedir ayuda a esos hombres? Quizá el miedo a un complot con los casacas rojas le impidió pedir ayuda y por eso prefirió esconderse.

Había recibido mucha información de su parte y ver el claro dolor en sus ojos, le hacía preguntarse qué tanto había sufrido esa mujer. Algo dentro de él estaba rugiendo por venganza hacia todos los que la habían herido, pero más que eso, deseaba algo de ella.

—Te propongo vernos en la cascada todos los días sin falta.—Dante observó su expresión de sorpresa—. Te enseñaré a defenderte de quien sea, inclusive de mí.

—¿Por qué lo harías?

—Porque puedo ver en ti un deseo de sangre y venganza. Pienso ayudarte a obtenerla porque no hay algo que me guste más que una buena lucha justificada.

Por siempre, implacableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora