Y vio Dios que la luz era buena
y separó Dios la luz de las tinieblas
Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche
Y fue la tarde y la mañana de un día
Génesis 1:4-5
Escapar.
La primera vez que Jeongin pensó en escapar fue cuando llegó al lugar. Acostumbrado a los libros de su adolescencia donde los reformatorios eran controlados por los internos y entre ellos existía una jerarquía basada en quién era capaz de causar más daño, Jeongin sólo pensó en huir. Y los primeros días fueron un infierno, quizá fue su misma mente normalizando la violencia por aquellos rumbos que la paranoia era algo de su día a día, mas no dejó de ser distinto al paraíso que le prometieron.
¿En qué momento fue que dejó de intentar? Será que fue culpa de las monjas que le endulzaban el oído cuando nadie las veía, será que fueron los profesores que le hablaban de forma extraña cuando nadie más había en el salón, será culpa del cura que lo felicitaba y apretaba su hombro con orgullo cuando se comportaba sumiso. ¿En qué momento fue que el buen trato acabó?
Porque Jeongin recuerda que fue un paraíso tenebroso los primeros días en que se acostumbró al modo de vida que allí tenían. A pesar del buen trato, nadie parecía molesto de ser el preferido de las monjas, profesores y cura. Más bien, Jeongin creyó que lo miraban con pena. Que en susurros comentaban sobre su inocencia y el como no pertenecía a las tinieblas.
Jeongin debió escuchar, debió no dejarse engañar, debió notar la diferencia. ¿Fue un favor que lo hubieran golpeado aquella vez?
Al llegar con las heridas a la enfermería, el trato cambió. Ya no había citas a escondidas en las aulas cuando nadie estaba, ya nadie endulzaba su oído y apretaba su hombro con orgullo. Quizá sí fue un favor. El primer moretón que vio la luz del día tomó su rostro con delicadeza y poco a poco lo ayudó a abrir los ojos y destruir esa utopía paradisíaca.
Con Hyunjin no ocurre lo mismo, Jeongin puede notarlo. No hay temor ni en sus ojos ni en su habla. Es un hombre queriendo causar miedo en un territorio que no le corresponde. Realmente no le interesa esa actitud arrogante y al mismo tiempo escalofriante, se acostumbró a ella por la convivencia. Y si pensaba en su amenaza, entonces terminaba pensando en Minho y en su último año antes que decidieran qué hacer con él y, probablemente, jamás volverlo a ver.
Jeongin no quiere a Minho lejos.
No lo quiere en la cárcel.
No lo quiere en un manicomio.
No lo quiere en la calle viviendo una vida sin él.
Egoístamente si algo le pertenece, entonces nadie puede arrebatárselo. Cuando camina hacia Hyunjin, únicamente puede pensar en Minho, y en las posibilidades de mantenerlo a su lado a toda costa. Y si para conseguirlo tiene que escapar, entonces lo hará.
La habitación siete brilla en la oscuridad de la galería, el intenso número resplandeciendo en dorado le grita que se acerque. El recuerdo del asiento vacío en el comedor, en donde un ex interno pasó grandes banquetes, una cama donde se conciliaron las peores pesadillas y el ladrido de los perros anunciando su desaparición. Jeongin supone que le habrán dado su cama, que Hyunjin es quien ocupa el lugar de un desaparecido más. Y al entrar no se equivoca.
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Good Boy [Hyunin] PAUSADA
Fanficoh, oh Parece que ya somos muchas personas. Y encerrados como animales, condenados por las atrocidades del pasado; la sociedad siniestra sonríe ante su venganza. Promesas sueltas en aquel reformatorio que engañan a los ruines, un paraíso prometedor...