Chapter four: Dear Darkness

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Si pudiera contar la veces que vivió bajo amenazas ¿Los dedos de ambas manos alcanzarían?. ¿Incluso lo harían todos los dedos de todas la manos en el mundo? Porque jura que desde que vio la luz de la vida fue amenazado hasta para afirmar que con vida había nacido.

Y luego siguió la niñez y la adolescencia perdida.

Murmullos que lo enloquecen, risas que no le pertenecen y golpes que todavía con el pasar de los años siguen vigentes en su cuerpo. Y no son la cicatrices, ni los hematomas eternos; son sus memorias. El como le gritaron y burlaron de él, obligándolo a comportarse y actuar de determinada manera para el bien de otros, y no es como si ahora no lo hicieran. Yang Jeongin vivió bajo amenazas toda su vida, y todavía ahora intenta cambiar algo de ello sabiendo que es inútil.

La humedad en la ropa que se apega a su entidad revuelve un pasado que los medicamentos recetados por los psiquiatras se encargaron de ocultar. Frío. El agua es tan helada que congela sus movimientos y mientras escucha a Hwang retorcerse en el piso del baño escucha los alaridos de aquel oscuro y perturbante recuerdo.

Es igual. Se escucha igual.

Se siente igual.

Se abraza a sí mismo y cae sin fuerza, su vista perdida y sus reacciones incontroladas. Es una caja musical a la espera de que alguien sea capaz de darle cuerda y comenzar a cantar con cada uno de los transtornos y traumas que aquel accidente que cometió bajo presión y lo condeno de por vida le obsequió. Que alguien lo escuche, que preste atención a su melodía rota y disonante.

Lo observa, tras una pantalla de un mar abierto observa el cuerpo de Hyunjin adolorido, y no está tan seguro de qué tanto es real y qué tanto una ilusión. Sólo sabe que tiene miedo, que tiene odio, que quien enfrente suyo se retuerce lo hace bien merecido.

Todos tuvieron la culpa.

—Maldito loco —maldice el rubio una vez calmado. Busca con la mirada al de cabello más oscuro y se detiene a observarlo. Frágil, su porte es tan frágil como de aterrador. Y la cantidad de veces que vio esa misma escena con una persona diferente hace que los vellos de su piel se ericen. No deja de ser un demente. —para ya, das miedo.

Mas Jeongin sigue en su pantalla azul, escuchando la voz del rubio como un eco distorsionado por el agua, por alguien ahogándose. Y aunque gira a verlo y responde a sus ojos, no logra encontrarse con la realidad. No hasta que la puerta se abre y Lee Minho aparece con su botiquín mediocre.

—¿Por qué estás mojado? —es lo primero que pregunta. Jeongin no responde y alegra su corazón que por quien Minho vele sea por él y no por la persona que atrae su atención.

Anhelar. Anhelar algo es bellísimo. Anhelar a la persona que es pilar de tu base, quien te mantiene firme y valiente. Anhelar de una manera inexplicable a alguien que es la cuarta pata de tu mesa, y para esa persona no eres más que suvenir de vacaciones.

Y al ver que ninguno responde se acerca a su mejor amigo y lo ayuda a levantarse, mojando su propia camisa cuando el menor trastabilla. Y la cantidad de veces que pudo ver a Jeongin en ese estado eran comparables con la cantidad de veces que tuvieron la oportunidad de ducharse juntos. Al tocar el agua, al beberla, al verla; siempre la misma reacción perdida de un sufrimiento borroso. Minho estaba acostumbrado.

—¿Y tú? —sujetando a su mejor amigo, le pregunta al rubio —¿Puedes curarte tus rodillas solo?

Hyunjin asiente y la pareja se desvanece en la puerta de aquel húmedo y enorme baño. La lluvia de la ducha es la única voz que ocupa cada rincón silencioso del cuarto de azulejos y espejos. La sangre que por el drenaje se ha ido ahora renace en las heridas abiertas que el maíz se encargó de dejar.

Good Boy [Hyunin] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora