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—Venga Atsamu, levántate o llegaremos tarde a clase —replicó Osamu un poco harto después de haberlo intentado varias veces.
—5 minutos más, Osamu —me quejé aún adormilada para darme la vuelta.
—Ni 5 ni 10, levántate o no tendrás tiempo para desayunar —insistió más molesto que antes.
Cogió la manta y tiró de ella, descubriendo mi cuerpo al perder la colcha que me tapaba.
—Osamu —susurré en un tono muy amenazante mientras mis uñas se clavaban en la almohada de espaldas a él—, sal de mi habitación ahora mismo.
—Prepárate de una vez o no haré desayuno para ti —luego de decir eso se marchó de allí cerrando la puerta al salir.
¿En qué estaba pensando cuando le permití entrar a mi habitación sin que tuviera que llamar antes?
Volví a girar hasta quedar mirando al techo. En esa posición, cerré los ojos y un pesado suspiro se escapó de mis labios.
—¿Yo? ¿Entrenar con los chicos? —repetí por si lo había escuchado mal.
—Sí, ¿qué opinas? Son un equipo bastante fuerte y bueno. Siempre clasifican en el Interhigh y en el Torneo de Primavera, además, suelen llegar hasta la final o las semifinales.
Eso ya lo sé.
—¿Acaso no es eso lo que buscas, Miya? ¿Un equipo fuerte que sea capaz de seguir tu ritmo y que te ayude a mejorar?
—Sí —respondí con sequedad.
Era consciente de que no era un equipo cualquiera. Conocía todos los logros que habían conseguido desde que los gemelos entraron. Y debía admitir, aunque no quisiera, que era un equipo realmente fuerte y peligroso. Pero para mí, ellos sobraban.
—¿Entonces qué harás? ¿Aceptas esta propuesta? No será ningún inconveniente para su entrenador, de seguro él también se dará cuenta de todo el potencial que tienes y valorará tu entrada.
Hoy era mi primer entrenamiento con los chicos y no me sentía nada emocionada. Si ya tenía que lidiar con los gemelos durante el día, ahora ni siquiera iba a poder librarme de ellos por la tarde ni cuando hiciera uno de mis pasatiempos favoritos. Pero eso no era lo que realmente me importaba, sino que estaba más preocupada por el hecho de que podían dejarme en ridículo delante de los otros chicos si se ponían a pelearse como dos niñitos imbéciles.
Aunque debía admitir que esa decisión no era del todo mala. La oportunidad para llevar a cabo el motivo que me había traído de vuelta aquí había llegado a mí mucho más rápido de lo que me pensaba. Además, entrenar con ellos me iba a permitir demostrarles mi capacidad y cerrarles la boca de una vez por todas.
