El pensamiento humano es tan diverso que hay veces que asusta, y nos puede llevar hacia la tempestad. Las decisiones que tomamos día a día, tienen tanto consecuencias negativas como positivas, todo depende del acto que vayas a realizar. Como seres humanos, somos conscientes de lo que sentimos y pensamos, aunque a veces sea incontrolable. Conocemos nuestras batallas internas y el pensamiento es capaz de borrarlas o adentrarlas a tu vida diaria. Hay veces que podemos resolver nuestros problemas por la capacidad innata que posee el pensamiento, pero hay otras veces que no reconocemos el hilo principal del problema y perdemos la conciencia humana. Durante la cuarentena, hemos tenido demasiado tiempo libre, lo cual ha dañado la salud mental de muchos. Mi cuarentena ha sido un golpe desapacible, ya que he sentido mucha soledad pero me ha cambiado hacia una persona diferente. La persona que llevo en mí es alguien tranquilo, alguien que ama la soledad y no enfoca su atención en la negatividad de la vida. Es cierto que la tristeza ha envuelto mi alma en muchas situaciones, ya que es siempre el legado del pasado, los arrepentimientos son dolores de la memoria. Reconocí que necesitaba generar cambios en mi vida, sentí el silencio de aquellas personas que se alejaron de mí, dejando un dolor intacto en mi alma. El dolor del alma es aquello que te deja sin aliento, sin saber las razones por las que estás perdido o roto. Si eres capaz de reconocer los cambios, es necesario saber que hay personas que te traen un millón de bendiciones, otras te enseñan un millón de lecciones, quizás algunas vienen a tu vida por una razón, mientras que otras entran a tu vida por una temporada.
Una de las razones por las que el pensamiento tiene la voluntad de generar cambios es la motivación de uno mismo. Esa motivación es involuntaria, inesperada y sobre todo, puede traer a tu vida más bendiciones que ruinas. Personalmente, el cambio que he sentido ha sido de esta forma, es decir, decidí anclar los pensamientos en sus etapas correspondientes y recorrer por el jardín de flores oliendo y saboreando el presente, sin organizar mis pensamientos y disfrutar del propio ego. Lo que nos hace humano es el ego que lleva uno dentro, ese pensamiento único que nadie es capaz de ver y a la vez te protege de lo tóxico. Mi ego es aquel que lleva las flores de mi propio jardín. El jardín es el pensamiento y las flores representan las decisiones. Las hojas de las flores, o más bien, los pétalos, son los miedos. Una vez que florecemos, dejamos caer los pétalos que no son sanos, por lo que nos desnudamos para mostrar la mejor versión de nosotros, aquella versión intacta desde que llegamos al mundo.
Me atrevo a decir que aún no he sido capaz de desnudarme, quizás lo estoy haciendo mientras escribo este libro pero, realmente la desnudez se aprecia cuando uno conoce sus miedos y sabe dejarlos ir a través de la brisa del viento o la intensidad de la lluvia. Para dejarlos ir, es necesario atravesar el viento y la lluvia, sin temor a perder la existencia de uno mismo. La pérdida de la existencia de uno mismo no quiere decir desaparecer por siempre de este mundo y recordándote a través de la memoria bajo una lápida, sino perder la capa que todos conocen y desnudarte para brillar tal y como viniste al mundo. Me encantaría ver tu desnudez y apreciar lo que realmente llevas dentro. La voluntad del pensamiento humano es el mecanismo para dejar caer los pétalos y sentir la desnudez de uno mismo reconociendo el valor propio que llevas dentro desde que naciste. Los pensamientos tristes alimentan las emociones presentes, constituyendo un bucle cíclico y repetitivo que agrava el estado de ánimo. Las acciones que realizamos son las razones por las que el pensamiento humano sigue vivo, es decir, si realmente el pensamiento humano tuviera un límite, no seríamos capaces de levantarnos por sí solos ni reconocer las consecuencias negativas que presencian el error del alma. ¿Cuál es el error del alma? Es aquel que uno reconoce sin reconocer, es decir, afirma que ha fallado pero no sabe guiarse por sí solo y sigue realizando el mismo error una y otra vez. No podemos confundirlo con el fallo hacia uno mismo, ya que es todo lo contrario. Cuando nos fallamos a nosotros mismos, hemos reconocido el error y sabemos guiar la mente humana cerrando capítulos de nuestra vida.
Hubo un tiempo que mi ego no reconocía qué error era el que llevaba mi cabeza, pisaba siempre la misma piedra y de las veces que caía ya ni sentía el dolor. Me sentía intacta, inhumana, fuera de conexión. Mi ego era prisionero de mi mente, es decir, sentía mis emociones y pensamientos encerrados en la cabeza de la pesadumbre. Supe que mis emociones tenían un principio y tenía que encontrar cuál era, hasta que hoy día puedo decir que el final ya está escrito. Fue un proceso difícil, ya que tuve que adentrarme en lo más profundo de mi propio ser, pero nada es imposible para el ser humano. Es necesario valorar cada acto que llevemos a cabo, porque será parte de la esencia del presente, la memoria del pasado y la sonrisa del futuro. Para algunos quizás el proceso sea diferente, porque en vez de ser la sonrisa del futuro, podría ser la tristeza del futuro, y otros, en vez de etiquetar memoria del pasado sería arrepentimiento del pasado. La reflexión del proceso es el fruto del pensamiento humano, es decir, las etapas que nuestra vida va abordando serán las etiquetas del presente, pasado y futuro.
Como principiante de la meditación, los pensamientos deben ser etiquetados como pensamientos, es decir, cualquier recuerdo que sea negativo se puede eliminar rápidamente de tu mente sin tener que escuchar "mente en blanco". Las etiquetas son el avance hacia la salud mental, porque son aquellas que ofrecen la naturalidad del pensamiento, el proceso mental del que es difícil llevar a cabo sin sobrepensar las decisiones ya tomadas. La respiración es la clave para permanecer en el presente. Enfocar el proceso de la respiración es algo difícil porque el pensamiento es vulnerable a ser juzgado por la facilidad de divagar y desanclar las etapas del pasado al presente. Nos sentimos juzgados cuando recordamos el pasado en el presente, es el veneno del pensamiento. Te envenena de una manera ingrata y desmesurada, perdiendo tu ego y el ancla de tu vida. Una vez que perdemos ambas cosas, nos adentramos al mundo de la depresión, es decir, atraemos sentimientos persistentes de tristeza, ansiedad o vacío, ausencia de esperanza, culpabilidad e inutilidad.
Es importante saber donde estás y adonde quieres llegar, aunque presientas la borrosidad del futuro, olvides mantener los pies en la tierra y añores el pasado. Nunca se juzga por la experiencia, de todas aprendemos, y si caemos al vacío es una lección sana, aunque duela como un disparo en el pecho, pero, si realmente no tropiezas con la misma piedra, ¿llevas emociones dentro de ti? ¿Eres humano, o sólo una partícula existente en la Tierra?
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Encontrarse a uno mismo
SpiritualEl libro que vas a leer tratará sobre todas las experiencias que esta autora ha vivido, desde lo más sencillo hasta lo más difícil. Será un camino lleno de emociones, sensaciones e historias que realmente son un gran ejemplo para cualquier lector en...