42. La oportunidad y la tensión.

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A veces creemos que algunas personas son muy fuertes, que porque nunca los hemos visto llorar o sufrir no tienen sentimientos. Sabemos que son humanos, pero termina siendo sorprendente algunas veces como parecen mantener la calma con ciertas situaciones.

El ultimo estudio que le hicieron a Josh había sido enviado en un correo electrónico a sus padres, ambos fueron igual de afectados con la noticia, sin embargo el señor Blanc no se permitió llorar una ves que su mujer comenzó a sollozar descontroladamente.

-Margaret- la llama su esposo intentando tomar sus manos, pero la mujer sigue cubriendo su rostro y sollozando sin importarle que su hijo la escuche en la otra habitación- Ven, tienes que levantarte- toma sus brazos y la jala sintiendo como pone resistencia.

-No, ya no quiero- intenta empujarlo, pero su esposo sigue sosteniéndola con fuerza hasta que la rodea en un abrazo-. Se siente como si cada día me lo dijeran por primera vez. ¿Acaso tú no sientes nada?- intenta liberarse sin éxito alguno-¿No te duele la idea de perder a tu hijo?

-No puede haber dos personas llorando por la casa- murmura-. Solo asustaríamos más a Josh. Alguien debe ser fuerte por él.

-Me considero bastante valiente y optimista, si eso les preocupa.

La voz del chico llama la atención de ambos y al girarse, se dan cuenta de que está recargado en el marco de la puerta llevando puesto el mismo abrigo que había llevado a la escuela por la mañana.

Desde la segunda quimioterapia Josh había respondido bastante bien, aunque él sabía que solo se sentía mejor por haber soltado el secreto que llevaba cargando. Ahora las personas cercanas a él lo sabían y a pesar de que los veía preocupados, ya no tenía miedo de lo que pudiera pasarle.

-No quiero que lloren por mi, pero si creen que verlos haciéndolo va a asustarme no será así. Pasará lo que tenga que pasar, si un día no estoy aquí y es cierto todo eso del cielo y que puedo cuidarlos, supongo que prometo hacerlo.

La mujer vuelve a sollozar dejándose caer sentada en el borde de la cama y el señor Blanc mira mal a su hijo.

El chico podía resultar bastante imprudente algunas veces

Josh suspira al notar que solo lo ha arruinado de nuevo, se acerca hasta sentarse junto a su madre, y la rodea con un abrazo por los hombros.

-Sé que no quieres pensar en lo que puede salir mal, y no te pido que lo hagas. Pero quiero que estes lista en caso de que...- se queda callado y voltea a ver a su padre, quien ha decidido salir de la habitación para dejarlos solos- que el tratamiento no funcione- termina.

Voltea a verla, pero la mujer sigue con la mirada pegada en el suelo. Sus lagrimas recorren sus mejillas como si de una cascada se tratara y para no hacer ruido comienza a morder el interior de sus mejillas.

El chico estira su mano y con delicadeza quita limpia las lagrimas de su madre. No quería verla así, pero no tenía idea de que más decir para ayudar.

-No quiero que llores, mamá- murmura.

Casi se sentía culpable de hacer sentir a su madre de esa forma. No era su algo que pudiese controlar, pero el saber que lo que tiene tan mortificada a su madre es parte de él, lo hace sentir un poco mal.

-Eres mi único hijo, ¿cómo puedes pedirme que esté tranquila?

-Porque puede ser que el tratamiento funcione y solo habrás gastado lagrimas en vano- le ofrece una pequeña sonrisa que de inmediato se borra-Aunque si no es así, espero que tú y papá puedan rehacer sus vidas lo más pronto posible.

Margaret quería dejar de provocarse dolor de cabeza con el llanto, pero pensar en la posibilidad de esta ultima opción le hacía querer seguir llorando.

Epifanías de media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora