23. El futuro es aterrador.

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Los libros son un buen escape de la realidad, excepto cuando la realidad es tan abrumadora que no te deja concentrarte en la historia frente a ti.

-Carajo- Uriah arroja el libro a un lado y se recuesta en su asiento mirando a la puerta de la cafetería.

Cada vez se acercaba más la graduación y cada vez le quedaba menos tiempo para pensar en lo que quería hacer de su vida.

Para Uriah era imposible elegir solo una cosa, disfrutaba de hacer muchas cosas, aunque desafortunadamente ninguna de ellas parecía del todo aceptable ante las personas que lo rodeaban. Sus padres resultaban ser bastante amables y comprensivos. Aunque en cuanto a sueños se trataba, dudaba que respondieran de la mejor manera.

El chico tenía la idea de que la mayoría de los adultos habían sido alguna vez niños soñadores, los cuales fueron educados hasta hacerles pensar que cualquier forma de creatividad solo era un desperdicio de tiempo.

Su sueño era ser escritor, desde niño se le daba bien escribir poemas, cartas e incluso historias cortas. Fue creciendo y ya llevaba un par de historias escritas guardadas en su computadora. Varías veces había pensado en publicarlas, pero en un pueblo tan pequeño no había ninguna editorial, salir a la ciudad no era una opción y en internet no había encontrado nada que pareciera del todo confiable.

Un año sabático parecía ser la resolución de sus problemas. Podría aprovechar para viajar un poco, conocer más lugares, hacer nuevas experiencias y abrir sus ojos a la vida fuera del pueblo de Valley. Haber crecido en un pueblo tan pequeño le hacía pensar a cualquiera que la vida era más fácil, que cualquiera podía conducir antes de obtener una licencia de conducir, que no debías salir de casa con anticipación porque no existía algo como el tráfico o grandes distancias, que cualquiera podía hacerte un favor porque todos terminaban conociéndote a ti o a tu familia. Aunque también estaba la parte mala de todo esto; todos te conocen así que terminan hablando de ti cuando algo no les parece, no hay muchos lugares a donde salir así que terminas topándote a alguien conocido o a alguien que estabas evitando.

- ¿Y tú que tienes? - pregunta Finn dejando su bandeja de comida en la mesa.

Uriah había sido el primero en llegar ya que su clase de sociales se había cancelado. Mientras tanto ahora Finn sabía que el chico se sentaba con sus amigos en las horas de los almuerzos, y al verlo sólo decidió acercarse.

-Ni siquiera lo sé- responde.

-Bueno... somos dos.

Alza una ceja- ¿De qué hablas? Creí que ni siquiera te agradaba.

-Las personas piensan eso cuando me conocen. No es personal- toma su botella de agua, da un largo trago y vuelve a dirigirse a el moreno-. Veo que estás leyendo el libro que pidió Hoffman, ¿tampoco te gusta leer?

-Me encanta leer, aunque ahora no me encuentro del todo concentrado y he tenido que leer la misma página cinco veces.

No era raro que una persona tuviera tantas cosas en mente que no pudiera concentrarse en lo que estaba a su alrededor al instante. Pero sí que era raro ver esa expresión de desesperación en alguien. Porque esa era exactamente la expresión que se reflejaba en el espejo cada vez que Finn se paraba frente a este por las mañanas.

- ¿Estas bien?

Uriah niega comenzando a picar con el tenedor un trozo de la carne que ni siquiera había probado.

-Intento pensar cómo convencer a mis padres de permitirme un año sabático.

Al escucharlo el interés de Finn había crecido considerablemente. El chico ya había pensado también en necesitar un año para darse el tiempo de pensar que es lo que quería en la vida. Lo cual debido a su mal comportamiento, a la repetición del último año y a la suspensión que su hermana apenas había logrado retirar por medio de amenazas, creía que se le sería negado.

Epifanías de media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora