Epílogo

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La galaxia se fue recuperando poco a poco, gracias a la gran cantidad de energía mágica vertida por sus guardianas y desde el caldero primordial el Guardián Cosmos sonreía ante la decisión que las dos jovencitas habían tomado respecto de su enemigo.

El propio Guardian Cosmos tenía dudas de si era la decisión correcta, pues cada acto tiene sus consecuencias y nadie podría prever las que traería un acto de bondad de este calibre, pero confiaba en que todo fuera bien y la paz brillara sobre todas las constelaciones que formaban la Galaxia.

En el planeta de Kinmonku, la tranquilidad volvía poco a poco a casi todo el mundo. Dos de las antiguas guardianas de la Reina Kaykuu estaban muy impacientes e intrigadas por no saber nada de sus jóvenes amigas, pero no podían ir de visita a Alpha Centauri por orden de la propia Kakyuu que les había prohibido la visita, debido a que la mismísima Galaxia le había solicitado tal prohibición. Las no tan pequeñas hijas de Galaxia necesitaban tiempo para recuperarse del excesivo uso de su energía y también para aclarar sus mentes.

Kakyuu desconocía el motivo real tras la petición de Galaxia, pero debido a la actitud de sus guardianas de considerar débiles a las dos pequeñas y querer luchar con ellas, infravalorando hasta cierto punto a las dos muchachas había decidido aplicar la prohibición sin preguntar como si fuera en cierta manera un castigo por su desconfianza cuando en el pasado habían confiado sin ninguna reserva en alguien que había hecho algo parecido.

Mientras esto pasaba en un extremo de la Galaxia, en Alpha Centauri dos muchachas llevaban casi 4 días completamente dormidas pues, aunque habían hablado con su madre después de regresar, en cuanto la energía restante de su nueva transformación se había acabado habían caído en un profundo sueño que demostraba cuan por encima de sus posibilidades en ese momento habían actuado. En un principio, Galaxia se había preocupado por sus hijas, pero tras una visita astral de Guardian Cosmos se había relajado y había dado órdenes para que nadie molestará a las muchachas bajo pena de un castigo ejemplar. E incluso había llegado al punto de solicitar una prohibición para las Starlights por qué si sabía algo es que Fighter y Healer no se quedarían de brazos cruzados si en unos días no tenían noticias de las muchachas, sobre todo después de haberlas visto irse para enfrentarse a una batalla que estaba muy por encima de lo que debía ser su nivel de poder actual.

Aún pasaron 3 días más, para desgracia de Galaxia, antes de que las pequeñas despertaran de su letargo y aunque recibieron a su madre con un fuerte abrazo luego le pidieron un poco de espacio para reflexionar por ellas mismas. Galaxia desconocía la fuente de la preocupación de las pequeñas, aunque podía suponer que venía de ese pasado lejano que ellas habían dejado atrás así que sabiamente decidió dejarlas solas, ellas tenían que decidir qué hacer pues una decisión incorrecta podía acarrear consecuencias muy malas para ellas mismas.

- Usa-chan, ¿Qué haremos? – preguntó Minako a su hermana, mientras se relajaba contra el borde del sofá que poseían en su habitación.

- ¿Qué tal si visitamos el Reino? – dijo Usagi con los ojos cerrados pero muy consciente de todo lo que le rodeaba.

- ¿La Tierra? – preguntó Minako con los ojos totalmente abiertos

- Sí, y el Reino de la Luna – respondió Usagi – No quiero que les digamos quienes éramos, Mina-chan.

- Es decir... ¿Iremos como las hijas de Galaxia y ya? – preguntó Minako nada sorprendida por la respuesta de su hermana, al fin y al cabo, es lo que ambas habían deseado... ser libres.

- Si y no – respondió Usagi – Iremos como las hijas de Galaxia, pero como las Sailor que somos. Y si mamá quiere acompañarnos, que venga con nosotras... Solo quiero comprobar que todos son felices, sinceramente desde que fuimos siendo pequeñas, jamás volvimos.

Un DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora