Capítulo 26

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   Mary Saotome

Pierdo la cuenta de los días, de las noches. De los pueblos por los que paso.

Un poco más. Mantén los ojos abiertos un poco más. Cabalga, apresúrate princesa.

En el camino, me pierdo a mí misma y encuentro sólo desesperación.

* * *

Llego a Duan una tarde soleada, aunque no entiendo la diferencia entre esta y todas las que han pasado desde la madrugada en que me despedí de Ririka y de Runa. La propia ciudad me parece igual que las demás. Sólo más gente impidiéndome el paso, reteniéndome y dejando que el tiempo me adelante.

Una docena de sirvientes y soldados se me acercan cuando cruzo las puertas de la ciudad. Permito que sujeten las riendas de mi montura y bajo de un salto.

En este punto, no sé qué me mantiene en pie. No sé si es la decisión o la esperanza.

 Ahora mismo sé que no parezco la princesa que se marchó tiempo atrás, y es que el corazón me martillea en el pecho cuando me paro ante la habitación de mi padre.

- ¿Padre?

Mi voz suena ronca cuando me asomo.

Se me encoge el estómago.

El rey está contra los cojines de su gran cama. A la luz de la tarde, su rostro está blanco. Parece otro hombre, con manchas bajo los ojos, débil y demacrado. Nunca lo había visto así de derrotado, ni siquiera cuando mi madre murió.

Pero entonces, ¿por qué su rostro se ilumina al verme? ¿Por qué sus ojos oscuros me reconocen y sonríen por ello?

- Hija...

Se atraganta con esa única palabra y empieza a toser. Me cuelo en el cuarto con la vista en el suelo. No sé cómo mirarlo. No puedo mirarlo. 

Hay agitación alrededor de su cama. Veo a Suzui levantarse y volverse hacia a mí. A su lado hay una mujer hermosa, supongo que es su esposa: cabello negro, ojos oscuros y un parche que le cubre uno de los ojos. Ryota le ofrece una copa que él acepta con manos temblorosas.

Se muere.

Se muere, y yo no puedo hacer nada para evitarlo.

- Hermana... no te esperábamos.

No le digo que no se atreva a llamarme así, lo observo con ojos entornados. Intento odiarlo, pero no tengo fuerzas. ¿Este  hombre me mandó matar? ¿Estará haciendo lo mismo con el rey?

Pero con sus ojos marrones mirándome de frente... no soy capaz de verlo como un asesino.

- Padre, ¿cómo te encuentras?- Me acerco y Suzui me ofrece su asiento- ¿Qué... te está sucediendo?

¿Es enfermedad? ¿Vejez, simplemente? Pero él no es tan mayor.

- Mary, te pondré al corriente, pero nuestro padre debe descansar.

Me vuelvo hacia el chico.

- ¿Tienes tú que ver algo con esto?

- ¿Yo?

Su expresión de sorpresa me recuerda a Runa y su inocencia. ¿Por qué no me parece tan malo?

Mi padre alza la mano, pidiéndonos calma, y yo me hundo en mi silla. Me paso las manos por la cara: mi rostro no debe tener mejor aspecto que mi vestimenta. Apenas he dormido los últimos días.

- Dejadnos solos, por favor- ordena nuestro padre.

- Pero mi señor, no os encontráis bien...- responde mi supuesta cuñada.

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