Capítulo 35

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- Mary-san está fuera de control.

Desde que Midari se ha marchado del castillo, saliéndose con la suya y quedando impune de todos sus delitos, la princesa ha perdido la razón. Se ha encerrado en nuestro cuarto y no ha parado de dar vueltas y murmurar. Se siente perdida e inútil. Y la entiendo.

Llega un momento en el que me callo y me quedo sentada. En algún momento se cansará. En algún momento la rabia dejara paso al agotamiento.

Efectivamente, ese momento no tarda en llegar. Minutos más tarde, Mary se queda quieta al lado de la ventana, mirando hacia afuera, al reino que se extiende a sus pies y que más pronto que tarde será suyo. La coronación no se retrasará más de una semana. Después, ella reinará y yo me iré. No lo hemos hablado. No he tenido el valor para preguntarle qué va a ser de nosotras todavía.

Me levanto del colchón y me acerco hasta ella. Con cuidado, mis brazos se extienden. Los obligó a no temblar.

La abrazo, desde atrás. Noto sus músculos tensarse. No coge mis manos ni me toca de ninguna manera y se lo agradezco. Sé que lo necesita. Sé que ahora más que nunca necesita saber que estoy a su lado.

- Perdona... No tendrías por qué ver esto- susurra.

No digo nada. Aunque dudo, dejo un beso en su espalda.

- Cómo voy a ser una buena reina, ¿cómo voy a controlar todo un reino si no puedo controlar ni a una sola persona, Ririka?

- Has hecho lo que debías hacer. No tenías alternativa.

- Tenía que estar muerta y la he dejado escapar sin un rasguño.

- Piensa en tu hermano- le recuerdo.- Piensa en... Ese niño, no es justo que él, o ella, lo pague. Ryota se quedaría sin nada.- La estrecho con más fuerza entre mis brazos.- Pero ahora que las has dejado escapar, puedes... Crear otra familia.

Ella se tensa y yo me doy cuenta de que no ha comprendido lo que he querido decirle. Sólo me refería a su hermano y a ese niño. Pero ella gira la cabeza para mirarme por encima del hombro y yo tengo que contener la espiración.

- ¿Y tú serás mi familia, Ririka?

Al notar mi silencio, la princesa entiende por sí misma, y esboza una sonrisa triste.

- No, claro que no... Tú tienes cosas más importantes que hacer. Te irás a comerciar, ¿verdad? Incluso así, herida sigues queriendo esforzarte.

No puedo negar todo lo que ha dicho, por eso bajo la vista. Ahora que tengo un trato, todo depende de mí.

- Lo harás muy bien.- Sus dedos se afianzan alrededor de mi brazo y siento un escalofrío ante la presión, pero le digo que ella no trata de hacer daño.- Conocerás a esas grandes tierra lejanas. Serás... Famosa.

Su fe en mí hace que tenga miedo de no se capaz de cumplir todas sus expectativas. Temo decepcionarle. Temo decepcionarme a mí misma.

- No se si voy a poder ser echa chica que esperas, Mary-san.- le confieso, casi sin voz.

Nos separamos un poco para poder mirarnos.

- Has nacido para ello, Ririka. Para hacer grandes cosas. No puedes decepcionar a tu reina- me dice, enarcando las cejas. Por poco sonreímos. Ella duda, pero sus dedos se alzan y me colocan un mechón tras la oreja. Las dos contenemos el aire por ese gesto.- Persigue aquello que deseas. Tómalo como mi primer decreto real.

Me muerdo el labio. No quiero que eso sea todo. Ni siquiera he podido contarle lo que ocurrió en Dione. Me doy cuenta de que apenas hemos hablado.

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