Capítulo 15

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   Mary Saotome

Me siento estafada.

Bueno, quizá eso no sea del todo cierto. Al fin y al cabo, todo está en su sitio.

La ayuda de Runa resultó ser el mismo cazador que había puesto la trampa. Nos pidió disculpas reiteradamente y, después de la bronca que Ririka le echó, nos instó a pasar la noche en su casa. Aceptamos de buen grado, además, no nos venía mal quitarnos toda la tierra de encima.

Para mi más profundo deleite, el hombre tenía un hijo. Un chico que no paró de mirarme en toda la cena y que, cuando me preparaba para ir a dormir con Runa, vino a buscarme. Runa se había quedado dormida nada más tocar la almohada, así que me escabullí con él.

No dudó en subirme a su cuarto. De hecho no dudó en nada, porque en cuanto cerró la puerta me apoyó contra la pared y empezó a besarme con ferocidad. Creo que no tuvo a una mujer en sus brazos en mucho tiempo y no se anduvo con rodeos. Nada de falsos cortejos o muchas palabras. Yo tampoco se lo ofrecí. Metí las manos bajo su camisa y él subió mis piernas a sus caderas.

Normalmente me habría gustado aquello. Hubiera disfrutado de su atrevimiento, de sus besos, de la forma en que se apretaba contra mí...

Pero no lo hacía.

Y cuando él metió la mano bajo mi ropa, supe que no iba a funcionar.

Me aparté. Hice que me soltara y me disculpé. No creo que eso le sirviera de mucho, pero salí del cuarto con rapidez, dejándolo ruborizado. Estoy segura de que a la mañana siguiente me escupiría en el desayuno. NI siquiera podría culparlo.

Al fin y al cabo, yo misma me he llamado estúpida durante toda la noche.

¿Por qué?

Porque soy una estúpida. Mary Saotome la Impotente.

¿Por qué?

Porque estaba pensando en ella. En nuestro momento en el hoyo, tan cerca. En lo cerca que estuve de comprobar si ella me rechazaría. De ver hasta dónde podía llegar por una chica.

Pero entonces nos interrumpieron y yo me sentí ridícula. Cuando nuestras manos se encontraron en la cuerda, el corazón me latía demasiado rápido y una corriente cálida me recorrió el estómago.

La deseo.

Incluso sabiendo que me apartará.

Incluso siendo consciente de que ningún hombre con los que he estado, me ha hecho sentir esta sensación en mi interior. 

Incluso sabiendo que ella, de todos las personas que he conocido, no se acostaría conmigo ni por todo el oro de Marabilia.

Me dormí pensando que a la mañana siguiente no recordaría nada, que estaba cansada. Pero, cuando finalmente desperté y vi la luz del amanecer, supe que no sería tan fácil.

Tras un desayuno un poco tenso, nos ponemos en camino. El cazador nos da indicaciones y nos habla de que el camino más directo atraviesa un gran pantano a poca distancia. Nos advierte que es peligroso, pero la idea nos hace casi reír. Estamos seguros de que no nos pasará nada.

Runa confiesa que los pantanos siempre le han dado un poco de miedo. Pero Ririka, como siempre, la tranquiliza y le asegura que no va a pasarle nada. El agua me obliga a ponerme la tela de la capa sobre la boca para no marearme del olor. A nuestra derecha crecen juncos marchitos; a nuestra izquierda, tristes árboles retorcidos. Hace un calor húmedo que no pone casi tan nerviosos como los mosquitos. La neblina que acaricia las patas de nuestros animales no nos preocupa demasiado al principio, pero a medida que avanzamos se hace más densa.

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