Oraciones de misa

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Claro está que era diferente, pero ¿malvado?, por qué darle tal connotación, incomprendido; eso sí, y quién hubiera dicho que alguien podría sentir empatía por semejante aberración, sin embargo aquí estamos, sus dos peces dorados y yo, los únicos parados junto a su piel congelada. ¡¿Y para qué más?! ¿Para qué?, si nunca le agradó la gente, ni siquiera yo le agradaba, aunque, en cierta forma, nos pertenecíamos. A la gente tampoco le gustaba él, era un poco robótico en sus costumbres, algunos siguen creyendo que está mejor muerto, después de todo una persona no que es útil a nadie más que a sí mismo no debe ser tratada como tal. Aparentemente representaba todo lo que la sociedad moderna detesta; transparencia, carácter, conformismo; en verdad pasó bastante para que me convencieran sus formas. Si ellos conocieran un cuarto de su historia lo amarían, si fuera la mitad lo odiarían aún más, con tres cuartos se sentirían algo culpables, pero si llegaran a descubrirlo todo, si vieran su mundo con los ojos con los que yo lo vi; estarían llorando conmigo. Murió... siendo el amor una palabra desconocida en su vocabulario, al punto que verlo era como caminar por las ruinas de Pompeya entre los restos carbonizados de lo que una vez se llamó corazón. No fue por falta de intentos su ignorancia de aquel sentir tan distante, sencillamente sencillamente algunos no están hechos para esas cosas. Por eso lo escogía cuando todo parecía apagado, sus tormentas internas, que intentaba disimular con microscópicos arqueos de su comisura, me hacían saber que alguien, incluso viéndose sin salida, era capaz de ser hasta el doble de fuerte, entonces no me sentía tan desdichada.


Convivir era un poco raro, el silencio constantemente se deslizaba por debajo de mis sábanas y el frío de una almohada colocada a la cabecera de un espacio figurativamente vacío a mi lado. Estaba pero no estaba, así eran los días con él, por eso no creo que lo extrañe, aunque me hubiera gustado tenerlo un poquito más. La mayoría del tiempo era confuso en sus acciones, tampoco le interesaba si comprendía o no su forma de ser conmigo. Creo que el único momento del día en el que lográbamos sintonizar era cuando nos sentábamos a leer libros de ciencia ficción, parte de lo poco que teníamos en común; la manera de escapar algunas horas de nuestras realidades. No hablaba mucho, hubo dos ocasiones en las que permaneció callado por tanto tiempo que creí que nos había dejado, en la segunda tuve razón. La mayoría se pregunta cómo lo "aguanté", yo no lo llamaría aguantar, además a ellos que les importa, nunca se interesaron por nosotros sino para denigrarnos. "Sociópata", le decían, a mi me llamaban infeliz, sumisa, antisocial... una vez se los oí pronunciar la palabra hipócrita. Que me insulten, yo los dejo, pero nunca se atrevan cuestionar lo mucho que lo quería.

Memorias perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora