La carta

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Hola, antes te informo que a quién lees ya no respira, en todo caso gracias por encontrarme, si es que lo haces. Escribí mis motivos con la esperanza de que un día por casualidad alguien haciendo limpieza registrara mis cosas rotas, seguramente lanzadas al sótano si es que no a la basura, y sintiera curiosidad por lo que está escrito en esta vieja servilleta, al menos entenderían el por qué. No lo hice por depresión, como sucede en la mayoría de estos casos, ni por rabia o venganza, creo que fue por aburrimiento, sí, ¿estúpido no? Tantas personas enfermas, muriendo de hambre, rogando por sus vidas antes de ser asesinados, y yo ni siquiera valoraba la mía. Nunca me faltó nada, no tengo derecho a quejarme de eso, de hecho siempre fui la favorita, aunque claro estaba la desventaja de ser la más presionada de todos. Desde que tuve uso de razón sabía que algo en mi cabeza no andaba bien, me encantaba romper los estereotipos, hacer cosas incorrectas, estaba a la defensiva todo el tiempo y esperaba lo peor de todo el mundo, pero esas cosas también son parte de crecer. Poco a poco intenté madurar, y fui soltando aspectos de mi personalidad hasta que solo quedó un pedacito de mí, no era el mejor, pero lo atesoraba como a nada. Me volqué en él, lo alimenté, lo encendí, no solo era mi favorito; era todo, y un día lo solté. El por qué lo dejé ir es historia de otro momento, lo que pasó después es lo que esperas saber desde que leíste la palabra "hola", al perder todo lo que me hacía sentir la vida pasó a darme igual, solo era un cuerpo vacío impulsado por la rutina como el vaivén de las olas lleva y trae una concha en la playa. Ni siquiera en aquel momento sentí algo más que nada, así que solo lo hice.

Memorias perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora