𝒞𝓁𝒶𝓋𝑒𝓁 𝓇𝒶𝓎𝒶𝒹𝑜

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Layla miro el conjunto de hojas desparramado en su cama, había leído las páginas una y otra vez. Por alguna razón, se sentía molesta, y no era el hecho de que lo que decía, si ese hubiera sido el caso, en este momento lo estaría quemando, más bien, estaba molesta por que estaba realmente considerando la tentadora oferta que Warren le había ofrecido.
No estaba dispuesta a admitirlo en voz alta, eso sería demasiado para su moral actual.
¿Qué era exactamente lo correcto en estos casos?
¿Ceder?
¿Ignorar?
A lo mejor, no pensarlo.

La pelirroja suspiro un tanto frustrada y juntando las hojas en su respectivo contrato, aun que sin orden alguno, la dejo junto a su cama improvisada, para levantarse lentamente y bajando por las escaleras se dispuso a regar las plantas, ese día decidió abrir más temprano la tienda, en parte por que nuevamente no podía dormir, probablemente la mejor idea que se le ocurría era hacer algún te orgánico con hojas de alguna planta calmante, pero sentía que ese era el camino fácil.

— ¿Esta abierto?

—Sí, claro.

Layla se acerco a abrirle la puerta a la anciana que estaba del otro lado del cristal, tenía una pequeña bolsa de tela en sus manos, por sus ropas Layla interpreto que era de clase muy humilde.

—Tiene flores muy hermosas –murmuro la mujer impresionada para sacar unas cuantas monedas de sus bolsillos- ¿Sera que puede darme alguna con esto?

Layla tomo las monedas y las llevo al mostrador para dejarlas sobre este mientras comenzaba a contar, no había ni un dólar allí, mientras notaba aquello se puso a pensar para que una mujer de su edad quisiera flores.

—Sí, le alcanza para un pequeño ramo.

Dijo la pelirroja tomando un envoltorio para caminar junto a ella.

— ¿Qué flor le gusta más?-pregunto calmada mientras miraba a la mujer observando especificas unas margaritas- ¿Quiere esas?

—Eran las favoritas de mi...hijo –ella agacho la mirada- pero ya no está...

—Lamento mucho su pérdida... -Lentamente comenzó a cortar las flores y armar un bonito ramo- Estoy segura de que estas flores van a gustarle –dijo suavemente mientras ponía las flores en sus manos, y tras mirar afuera es que ladeo la cabeza- ¿No quiere quedarse aquí por un rato? El cementerio no abre hasta dentro de media hora.

La anciana la vio con una sonrisa y asintió suavemente, Layla entonces le ofreció una silla donde sentarse y después le ofreció un té de hierbas naturales.

—Antes era un lindo sitio, el distrito era de los mejores para vivir y criar una familia, pero el alcalde...dejo de prestar atención a esa zona y dejo de ayudar, las escuelas, los juegos...todo abandonado... -dijo reprochando la mujer- Incluso eh oído que se han hecho robos consecutivos en el área –dijo de mala gana para mirar a la joven quien le escuchaba atenta- Se cuidadosa mi niña y cierra bien las ventanas.

Layla observo a la mujer un momento y después le dio una sonrisa un tanto cálida, la verdad eran pocas las personas con las que podía tener una conversación fuera del circulo de héroes y villanos, sinceramente no podía evitar desear un poco de normalidad en su vida, lejos de lo que cualquiera quisiera, tener poderes era toda una responsabilidad, mantenerlos bajo control, tratar de no hacer uso de ellos para tener ventaja sobre otros que no tienen esas habilidades o también dañar a los que te rodean de alguna manera, llamando la atención equivocada o dejándote manipular por quienes no debías. Nunca se lo planteo más de dos veces en su vida, pero recordó que hace tiempo había conocido a un alumno llamado Rafael, cuyo nombre de héroe era "comodín" era alguien agradable y amistoso, sus poderes eran absolutamente todos, sin embargo la desventaja es que estaban enlazados a su inconsciente, por lo que él, no tenia control alguno sobre ellos y surgían en base a sus necesidades, mas cuando fue evolucionando se hizo más poderoso e inestable, no solo se trataba de sus poderes manifestándose, si no también actuando sin su control, hacían sus tareas, limpiaban sus cosas, ganaban sus juegos, llego un momento en el que sentía que todos sus meritos en la vida habían nacido de aquella ventaja que él jamás pidió, y eventualmente comenzó a ver que la vida para alguien como él, no tenía sentido.

Varios meses más tarde tomo una cantidad incontable de pastillas, las suficientes para que consiente e inconsciente estuvieran fuera de juego, y luego de eso salto desde un octavo piso.

Tras su muerte recibió muchas críticas, puesto que ¿Cómo alguien tan feliz se atrevía a acabar con su vida? Nadie más que el mismo podría comprender la elección de sus actos, por su parte Layla no lo conoció lo suficiente como para llorar su muerte, pero si lo respetaba, y a pesar de que sonaba cruel, muy en su interior sabia que ella no pudo ni podría haber hecho nada, no contra la omnipotencia de las habilidades que el tenia, y esperaba que si existía el otro lado, ahora mismo encontrara la paz que tanto había buscado en su vida.

—Bueno mi niña, yo ya me voy, se me hace tarde –aviso la mujer mayor dejando la taza de té en el mostrador- Recuerda tener cuidado –dijo sonriente mientras saludaba y salía por las puertas-.

La pelirroja dejo salir el aire de sus pulmones cuando la anciana se retiro, aun no tenía nada claro respecto a lo que debía o no hacer con aquellos papeles que estaban en su "cuarto", no necesitaba tiempo para meditar puesto que lo había hecho y eso tan solo le daba dolores de cabeza, necesitaba distraerse, y aquello llamo a la puerta cuando fue Magenta quien entro dentro con una sonrisa.

—Abriste muy temprano hoy, pensé que te estaban robando por las luces encendidas.

—Quise adelantar trabajo –respondió ella nerviosamente mientras sacaba un paquete marrón oculto tras unas masetas- Ten, el pago del mes.

—Oh lo llevaría ahora, pero no voy de camino a casa esta vez, si quieres lo dejamos oculto como antes y después paso por él.

— ¿Pero a dónde vas?

—Oh, iré a comprar cosas para el cumpleaños de mi pequeño destructor, será mañana por la tarde, por cierto –De su bolsillo saco una tarjeta en forma de tren- Es tu invitación, es el único niño en el mundo que ama las locomotoras y que quiere su cumpleaños con esa temática, así que lo haremos en un salón de locomotoras antiguas.

—Suena bastante bien, iré con gusto, lo cual me recuerda que tengo que comprar un regalo para él.

—Si...sobre eso – la mujer se sintió bastante incómoda por lo que tras sacar su teléfono y abrir la galería enseño una foto- Nos llego esta mañana.

En esta se podía observar una enorme caja envuelta en varios listones, y además una tarjeta en forma de tren. "Con cariño y amor de parte de la tía Layla y el tío Will".

— ¿Ustedes...ustedes lo invitaron? –quiso premiarse así misma por no temblar al hacer la pregunta- .

—Layla...es que Zach trabaja en una de las oficinas de su inmobiliaria...nosotros sería muy descortés y...

Layla noto lo mucho que Magenta estaba titubeando, claramente comprendía su posición, no invitarlo se vería como estar en su contra, al ser jefe de su esposo podría despedirle y dependían económicamente de eso, porque a pesar de contar con el negocio de la florería, no daba tanto dinero, se sintió culpable de hacer sentir entre la espada y la pared a su amiga, por lo que sonriendo puso una mano sobre su hombro.

—Está bien...tranquila ¿sí?... todos somos adultos mayores, esto será como cualquier fiesta al fin y al cabo, todo estará bien.

La pelirroja abrazo a su amiga por los hombros para reconfortarla, mientras mentalmente se decía así misma que todo saldría bien, de alguna manera. 

Flowers (Layla y Warren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora