Capítulo 1

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Parpadeé dos veces seguidas. Tratando de que las buenas vibras con las que me había levantado esa mañana permanecieran de la misma manera. Sin embargo, ciertas causas externas estaban amenazando con mandar al demonio todo aquello.

—Es mi pan.

—Yo lo vi primero, mocoso.

—Yo le unte mermelada primero, viejo.

—¡¿A quién le dices viejo, grandísimo idiota?!

—¡¿A quién le dice grandísimo idiota, réplica del viejo del saco?!

Sí, justamente esas eran las causas.

Pero aunque parezca raro, esas "conversaciones" entre ellos en realidad eran algo absolutamente normal en un día común y corriente como cualquier otro. En resumidas palabras: una típica mañana en mi vida.

Y por sí quedan dudas. La respuesta es sí, Eren prácticamente ya vivía en mi casa.

Y es que después de un año y tres meses de relación con el titán, aquella costumbre que habíamos construído desde el comienzo continuó de la misma manera, sin excepción alguna. Aunque lo único que sí podía remarcar como distinto, era que en realidad él se la pasaba de inquilino aquí de lunes a viernes y los fines de semana, por lo general, era yo con el que compartía su departamento. El cual, cabe destacar, prácticamente estaba vacío porque el idiota incluso había instalado la mayoría de sus cosas y mudas de ropa en mi habitación por sugerencia de mi madre; ya que ella había visto eso como algo mucho más práctico teniendo en cuenta nuestra rutina.

En cuanto a Kenny. Bueno, digamos que con el tiempo Eren y él habían comenzado a tratarse más, hasta el punto en que mi novio dejó de tenerle miedo y mi tío, algunas veces, lo invitaba a ver junto con él los partidos de fútbol en la televisión o esos programas de lucha libre o cacería -gustos que tenían en común- mientras compartían una cerveza y se quejaban de puras ridiculeces que pasaban como los dos simios que eran.

Aunque también tenían sus momentos conflictivos, que más que nada eran durante las mañanas o cuando diferían respecto a alguna opinión o pensamiento, que en serio, siempre eran jodidamente tontos.

Como ahora que se encontraban peleando por quién había tomado primero la rodaja de pan de molde que mi mamá había dejado, junto con la bolsa entera, en la mesa. Cosa que me hacía anotar mentalmente que la próxima tendría que darle una bolsa a cada uno como sí fuesen unos jodidos niños para que no armen otra disputa que ponga en riesgo la poca paz mental que lograba obtener a esas horas.

—¡YA BASTA!—Grité, haciendo que ambos se asustaran y por ende volvieran calladitos a sentarse en sus respectivos lugares. Sí, porque hasta ya se habían levantado para posar como sí fueran esos avatares de los videojuegos que a Farlan le encantaban.—¡¿Pueden dejar de pelear por un maldito pan?! ¡Hay como otros veinte en la bolsa!

—Si, mi amor.

Y Eren, como todo niño bueno -sólo cuando le convenía- se encogió de hombros a la vez que se tomaba la molestia de sacar otra rebanada de pan para dejarle la otra a mi tío, que lo miraba con una mezcla entre decepción y tristeza. En tanto, mi querida progenitora sólo se reía mientras preparaba sus cosas para irse a trabajar.

—Te compadezco, hijo.—Fue el sincero comentario que Kenny le hizo al titán, antes de llevarse la taza de café a la boca con la intención de rehuir la mirada asesina que le había lanzado.

Bufé.—Apúrate Eren, ya vamos tarde.

Él asintió, apurandose a terminar su desayuno en lo que yo me levantaba para limpiar las cosas que había utilizado, rezando en mis interiores porque el idiota no se atragantara en el proceso.

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