Capítulo 6

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De acuerdo, ¿Recuerdan que dije que ahora entendía porque mi sonrisa resultaba ser algo aterrador para mis compañeros de clase? Bueno, digamos que sí en estos momentos se encontraran conmigo hasta les produciría pesadillas de por vida.

Y es que desde hacía un buen rato que estaba tratando con todas mis fuerzas de no echarme a reír como un maldito condenado.

¿El motivo? Mis sobrinas habían llegado de visita; más que nada por el hecho de que mi prima -una de las hijas de la prima de mi madre- contaba con unos asuntos de suma importancia relacionados con la empresa en la que trabajaba, y justo la niñera de sus hijas no podría cuidarlas aquel día debido a unos problemas personales que le habían surgido. Por lo que decidió dejarlas un par de horas con nosotros, cosa de la que mi madre no se negó en lo absoluto.

Ahora bien, ambas infantes contaban con cinco y seis años respectivamente, lo que se podría traducir en que se encontraban en una edad un tanto complicada, por decirlo de una forma más suave.

En vez de soltar directamente la afirmación de que eran dos completos torbellinos andantes.

Otro dato que debía de dar era que ya conocían a Eren. Algo que de por sí no podría considerarse extraño sí teníamos en cuenta que por el tiempo que llevábamos juntos -y también por nuestra particular convivencia- la mayoría de mis parientes, que en realidad tampoco eran muchos, sabían acerca de él. Cosa que cabe recalcar, les sorprendió a niveles estratosféricos. Principalmente debido a dos razones. La primera, que era nada más ni nada menos que yo el que tenía pareja; y la segunda, que encima el susodicho fuese condenadamente atractivo.

Sólo tendrían que haber visto la reacción de mis tías cuando un día vinieron de pasada a charlar unos minutos, y en mitad de la misma se encontraron con la imagen de mi novio, todo desarreglado y sin camisa, bajando las escaleras porque acababa de despegar los ojos de una de sus preciadas siestas. Imagínense, sí ya habían abierto la boca a más no poder al verlo, no creerán como se les desencajó la mandíbula cuando mi querida Kuchel les dijo que ese era su yerno.

Momento único, sin duda alguna.

En fin, retomando el tema inicial. La cosa es que mis sobrinas le tenían un fuerte apego a Eren, y ese cariño era recíproco dado que el titán nunca antes había tenido una interacción de ese tipo con algún niño, por lo que se sentía en serio encantado de jugar con ambas a lo que a éstas se les pudiera ocurrir. Sin embargo, y algo que seguramente ya sabía, era que esos demonios en miniatura tenían un fuerte gusto con el hecho de que él tuviera el pelo largo. Detalle del que se aprovecharon a causa de que Eren siempre se mostrara abierto ante ellas.

Lo que nos lleva a nuestra situación actual. En donde yo me encontraba de lo más tranquilo, sentado en la mesa de la sala mientras bebía una humeante taza de té de limón y observaba como frente a mí un Eren, con un extraño peinado que parecía la mezcla entre unas coletas y trenzas adornadas con moños de todos los colores, era maquillado de una forma para nada profesional aunque la expresión de las dos niñas que lo hacían daba a entender que en verdad era una labor que requería de toda su concentración.

—¿Estoy quedando lindo?—Me preguntó con una sonrisa divertida al darse cuenta que mantenía mis ojos pegados en él. Sin embargo, esa sonrisa se le borró al instante cuando una de las niñas tiró de su cabeza con algo de fuerza para que pudiera llegar de mejor forma a su mejilla y así poder seguir haciendo su "obra de arte".

—Tío Eren, ¡Quédese quietito!—Soltó está haciendo un puchero mientras fruncía el entrecejo, a lo que mi novio imitó el gesto susurrandole un "Perdón preciosa" que fue lo suficiente como para que soltara la primera carcajada. La cual traté de disimular colocando la taza de té cerca de mis labios.

¿Escuchaste el Rumor? #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora