A Dana le llega el olor de la deliciosa comida que Héctor está preparando en la cocina y se le hace la boca agua, ni siquiera sabe lo que esta haciendo de cena, el chico no le ha permitido quedarse a mirar lo que hacia, y la verdad es que Dana lo prefiere así, aun se pregunta que se la pasaba por la cabeza en el momento en el cual decidió invitar a ese atractivo chico a cenar a su casa, decide atribuirlo a una locura momentánea, esa es la causante de que ahora se encuentre en ese tremendo lío.
Y es que Héctor, en el poco tiempo que ha pasado con él, ha conseguido convertirla en una gelatina, que lo único que hace es sonrojarse, tartamudear y soltar tonterías.
El sonido de la televisión que hace tiempo que no presta atención inunda el piso e interrumpe el incómodo silencio en el que este estaría sumido sin él.
Dana mira su reloj, su madre y su hermano llegaran en una hora y media, con lo cual no le sirve de excusa para librarse de la cena con Héctor, y es que cuanto más lo piensa más se arrepiente, ¿de qué pueden hablar durante la cena?¿conseguirá responder alguna pregunta con coherencia?¿Morirá ahogada con un trozo de comida por los nervios?
Esas y más incógnitas se arremolinan en sus pensamientos, creándole un nudo en el estómago y cuando está a punto de inventarse que se encuentra mal y que ya dejarán la cena para otro día Héctor entra en el salón con un plato en cada mano y al ver a Dana sonríe.
-La cena está servida.-dice Héctor colocando los dos platos en la mesa.
Dana se levanta y se acerca a su asiento, justo cuando va llegar sus piernas temblorosas le juegan una mala pasada y se tropieza con la pata de una silla.
Héctor, actuando por reflejo sujeta su brazo e impide que caiga.
Dana se aparta del contacto de su piel como un resorte, con las mejillas sonrojadas.
-Parece que el delicioso olor de mi comida te ha convertido las piernas en gelatina.-dice Héctor, sentándose.
-Eso de deliciosa lo veremos ahora.-replica Dana, intentando apartar los vestigios de su embarazosa casi caída.
-Yo afirmo que te encantara. Me apuesto lo que quieras.
Dana levanta la cabeza y le mira a los ojos, parece que esa última frase iba en serio.
-¿En serio quieres apostar?-pregunta Dana.
-Por supuesto, lo que quieras. -sonríe el chico.
-¿Qué quieres apostar?
-Pues…-se cruza de brazos y frunce el ceño, piensa la respuesta.-Si no te gusta hare lo que tú quieras durante una semana.
Dana abre los ojos con sorpresa.
-Nos hemos conocido hoy ¿Estás seguro de confiar lo suficientemente en mi para que hagas lo que quiera durante una semana?
Héctor suelta una risita.
-No es eso, lo que pasa es que es imposible que no te guste la comida, así que de cierta forma no me estoy jugando nada.
-Pareces muy seguro de ti mismo. ¿Y qué pasa si me gusta tu comida?
Héctor finge pensar su respuesta una vez más, aunque para él no hay duda de lo que quiere pedir.
-Si yo gano tu me acompañas mañana a mi primer entrenamiento, después de todo no tengo ni idea de donde está el parque.
Dana se vuelve a sonrojar una vez más, es la segunda vez hoy que pide que le acompañe al parque, ese pedazo de hombre sentado frente a ella, al que cualquier chica soñaría con tener quiere ir con ella a su entrenamiento y lo único que se le ocurre hacer a Dana es beber agua con la intención de apagar el fuego de sus mejillas.
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Secretos (EN PAUSA)
Teen FictionDana, Marina, Elsa y Lía han sido inseparables, pero estos últimos meses las cosas han cambiado, ya no son el mismo grupo que antes y todo está a punto de cambiar, y es que ¿No se supone que con las amigas no existen secretos? Dana no logra olvidar...