Capítulo 2

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Dana le coloca la correa a Kiara, en cuanto consigue que esta deje de saltar ante la emoción que ese acontecimiento supone para ella, cierra la puerta y mete las llaves en el bolsillo de su abrigo.

Entra en el ascensor, el cual hace un extraño sonido antes de iniciar el recorrido hacia abajo, a Dana nunca le han entusiasmado demasiado esos aparatos, pero sabe que si baja las escaleras con Kiara terminara rodando por ellas.

Nada más salir al exterior el frío le golpea el rostro y Kiara comienza a tirar con fuerza de la correa.

-Kiara, para.

El animal no le hace caso y continúa arrastrándola por la cera.

Continua así hasta que Dana choca contra algo duro que le hace caer al suelo de culo, seguro que le saldrá un buen moratón, una mano aparece ante ella y la chica no duda en tomarla, dos segundos después se encuentra de pie.

Al levantar la vista se encuentra a un chico de ojos azules y cabello negro, es mucho más alto que ella, por lo menos le saca casi una cabeza de altura, aunque esa tarea no es muy difícil ya que ella llega a duras penas al metro sesenta y dos.

-Deberías mirar por dónde vas-dice el chico, serio , quitando su mano de la de Dana.

-¿Perdona?-replica ella, confundida y sonrojándose al instante, siempre le ocurre eso cuando habla con alguien que no conoce, algo bastante molesto con lo que tiene que vivir.

-He dicho que deberías mirar por dónde vas.-repite el chico con la comisura de los labios discretamente hacia arriba, intentando esconder una sonrisa que lucha por salir.

-Yo…-Dana no sabe que decir, se ha puesto nerviosa-Si, lo siento, no estaba mirando, no volverá a ocurrir, de verdad.

-Tranquila-contesta el de los ojos azules, divertido ante la actitud de la chica.-No has cometido ningún delito ni nada parecido, solo te estaba dando un consejo.

Los ojos azules verdosos de Dana se encuentran con los del chico y no sabe que decir.

-Yo…si…gracias por el consejo.-Una vez más se sonroja, siente como si su cara estuviese a punto de erupcionar como un volcán.

El chico entre cierra los ojos, mirando a la chica con detenimiento.

-Espera…Tu no serás “tomate maduro”¿verdad?-pregunta el muchacho.

Dana suspira, nunca conseguirá librarse de ese nombre, su fácil sonrojo ha sido el causante de que este haya sido su mote desde los doce años, y al parecer se ha hecho bastante famosa.

-Sí, soy yo.-responde Dana, intentando tapar sus mejillas con su pelo castaño.

-No puedo creerlo.-dice con asombro.-Había oído que te ponías roja como un tomate pero esto es increíble, parece que vas a explotar en cualquier momento.

Ya es suficiente, una cosa es que tenga que soportar ese estúpido nombre en el instituto y otra muy diferente es que también fuera de clases tenga que aguantarlo.

-Creo que debería irme.-dice Dana pasando por al lado del chico.

Este coloca una de sus manos en su hombro.

-Todavía no me has dicho tu nombre.-replica el de ojos azules, mirando con interés a la chica de mejillas sonrojadas, hay algo que le hace querer hablar más con ella y conocer algo más que ese mote que ha oído por el instituto, pero la muchacha no parece por la labor de quedarse con él hablando, después de lo que le ha dicho.

Dana, ante un arrebato de valentía, esboza una sonrisa irónica y contesta.

-Mi nombre es Tomate de apellido Maduro y vivo en la calle Huerta, portal Zanahoria número Lechuga.

Secretos (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora