Danny asomó la cabeza por la ventanilla del autobús, sintiendo el aire golpearle el rostro. Necesitaba dejar de pensar en ese mismo momento. El cielo comenzaba a oscurecerse, y las ventanas de los edificios cercanos comenzaban a iluminarse. Las calles estaban completamente vacías, y eso no sorprendía a nadie. La feria sólo llegaba unas pocas veces al año, y nadie quería perdérselo. Ni siquiera Pearcy. El albino no había sido capaz de decirle que no, puesto que a él también le hacía ilusión tener una cita en un lugar así, y, por una vez, quería hacer lo mismo que el resto.
Bajó en la misma parada que al menos diez personas, y no conocía a ninguna. No le sorprendía. Aunque su pueblo fuese pequeño, aún había personas con las que jamás había tenido contacto, y, además, con ese tipo de eventos la gente de los alrededores solía desplazarse hasta allí, al igual que ellos hacían cuando la fiesta era en un lugar cercano.
Sabía que habría mucha gente, y por eso la idea le encantaba tanto como le aterraba. Si conseguían fundirse entre la multitud, serían dos amigos más pasándoselo bien, pero si salía mal, todos los ojos acabarían sobre ellos, y, teniendo en cuenta el historial de esos hermanos, podía pasar con mucha facilidad. Aún conociendo la situación, Danny tenía algo que le hacía conservar las esperanzas. Se había percatado de algo bastante liberador: una vez los conoció, pudo advertir que sus rarezas eran algo superficial, y les afectaba más de forma grupal que individual, por lo que se aferró a ese dato como una oportunidad. Si los astros se alineaban, su plan podría salir bien.
A unos metros de la parada de bus, Pearcy estaba de pie, mirando su teléfono. Danny sintió cómo se le aceleraba el corazón. A pesar de que ambos se habían estado reiterando durante la semana que esa era su primera cita, no fue hasta ese mismo instante en el que el albino comprendió la realidad de lo que estaba sucediendo. Estaba en una cita, con un chico que le gustaba, en su pueblo... Y le inundó el pánico. ¿Qué estaba haciendo? Todos les acabarían descubriendo. Tenía que huir cuanto antes.
Dio media vuelta, tratando de volver a subir al autobús, pensando en que, con suerte, nadie se habría percatado de su presencia, cuando algo le agarró del cuello de la chaqueta, haciéndole retroceder sobre sus pasos. Era Pearcy. Pasaron unos segundos antes de que el primero le soltara, y otros tantos hasta que el albino se atrevió a hablar.
—L-Lo siento... —dijo, bajando la mirada—. Yo... me he...
El rubio comenzó a reír, desconcertando a Danny. Al final, comprendió que, más que estar enfadado, la situación le había parecido muy graciosa. Ambos rieron por lo bajo al comprender lo absurdo de la situación.
—¿Qué se suponía que ibas a hacer? —dijo Pearcy, conteniendo la risa.
Danny trató de recuperar la compostura, algo más calmado.
—Siento ser yo quien te lo diga—murmuró Pearcy, mirándose los pies—, pero ya es un poco tarde para echarse atrás.
Él también estaba nervioso.
—Tranquilo —el albino respiró hondo, riendo por lo bajo. Después le dio la mano, sin saber muy bien a dónde mirar—. No me voy a ninguna parte.
La feria estaba llena de todos los estímulos posibles. Un pasillo de luces y algodón de azúcar se alzaba ante Danny y Pearcy, y ninguno parecía saber muy bien a dónde ir. El rubio apretó su mano contra la de su acompañante. Aún no se la había soltado.
Algo nervioso, el albino miró a su alrededor. ¿Alguien les estaba mirando? Con tanta emoción había olvidado completamente sus planes. ¿Y si les descubrían? Trató de asegurarse de que nadie que conocieran estuviera cerca, hasta que Pearcy le apretó aún más la mano.
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Hierro | El Laboratorio #1
Teen FictionEn un pueblo perdido de Estados Unidos, la mudanza de una familia un tanto inquietante marcará un antes y un después en la historia de Danny, un adolescente que trata de sobrevivir a su propia vida. DISCLAIMER: Esta historia contiene escenas de vio...