Capítulo 3

27 2 1
                                    

Cuando llegaron las luces estaban encendidas, y eso sólo alarmó a Danny aún más. Ambos habían subido montados en la bicicleta de Danny, con éste pedaleando de forma compulsiva ante la puesta de sol, y Stacey aferrada a él, rezando en voz baja para llegar antes de que oscureciese, pero al final, cuando el albino aferró la bicicleta a la verja para ponerle el candado, pudo sentir que ya era demasiado tarde.

Stacey avanzó dudosa por el camino de piedras, pero Danny corrió para ponerse delante de ella justo cuando su madre comenzaba a abrir la puerta. Tragó saliva, pensando que ojalá no les dijera nada, pero su mirada indicaba lo contrario.

Sólo hizo falta un leve gesto de la mujer para que ambos entraran en la casa corriendo, ambos con la cabeza gacha y los ojos tristes. En cuanto estuvieron dentro, la mujer cerró la puerta con fuerza y echó el pestillo. El chico pudo sentir ese sonido chirriante atravesarle las arterias y dejarle sin respiración.

—¿Dónde habéis estado? —murmuró.

Danny y su hermana se miraron, dudando de si debían contestar.

—He dicho... —dijo su madre, aumentando el tono—. ¡QUE DÓNDE COÑO HABÉIS ESTADO!

Seguido de esa frase, le propinó a Danny una bofetada que, del impacto, le hizo retroceder. Algo aturdido, apretó los ojos, junto con la mandíbula, a la cual no se la podía presionar más. Stacey temblaba como un flan, y él se dio cuenta de eso, así que decidió hacer lo que hacía siempre.

—Es culpa mía. Me he dejado un libro y...

Otra bofetada. Su madre le empujó con fuerza hasta que tropezó con el sofá y cayó de espaldas sobre él.

—¿CUÁNTAS VECES OS HE DICHO QUE NI UN PUTO MINUTO DE MÁS?

Sus gritos alcanzaban un nivel doloroso para los oídos de ambos. Danny pudo ver cómo Stacey empezaba a llorar en silencio. Su vista se nubló, y cuando se frotó los ojos para aclarársela se dio cuenta de que también estaba llorando.

Se puso en pie, para después escuchar los pesados pasos de su padre por detrás. Tragó saliva, sintiendo su cuerpo estremecerse, y antes de que pudiera decir una palabra más, le empujó con tanta fuerza que perdió el equilibrio de nuevo y cayó sobre la mesa de café. Después, su padre le dio una patada en el abdomen, haciéndolo rodar hacia el pasillo. Antes de que se pudiera levantar, el hombre le clavó las botas del trabajo en el estómago, mientras reía de forma casi maníaca, apretando con todas sus fuerzas, y durante un instante el chico perdió el sentido del dolor.

Cuando abrió los ojos, automáticamente se giró y vomitó sobre la moqueta, sintiendo una horrible punzada en sus intestinos. Escuchó la voz de su madre, gritando algo sobre que iba a limpiar eso a lengüetazos, pero, justo después, se desplomó.

Escuchó el rumor de una voz hablándole, sintió que le ayudaban a ponerse en pie, y se vio a sí mismo caminar, pero no lo sintió. Quizás lo estaba haciendo por instinto. Después cayó sobre su cama, y todo se oscureció de nuevo.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hierro | El Laboratorio #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora