Capítulo 4

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Danny pedaleaba con calma sobre la única cuesta que había junto a su casa, listo para deslizarse por la empinada carretera que llevaba al instituto, listo para sentir la adrenalina que le provocaba esa velocidad en las venas. En su teléfono se reproducía «Teenagers», de My Chemical Romance, y empezaba a pensar que quizás era demasiado mayor para tener una fase «emo».

De repente, contempló el cielo: nublado. Según su teléfono, había estado lloviendo desde las cinco de la mañana, y, aun así, todo se sentía abrumado, como si en lugar de llevarse el calor lo hubiese resucitado, haciendo que pareciese una tarde de agosto, y no una mañana de octubre. Danny sintió que le faltaba el aire, pero era bastante normal en su día a día: solía salir a tomar el aire cuando le pasaba, y siempre terminaba encontrándose mejor, por lo que sabía que sólo era un poco de ansiedad. Pese a todo, aquella mañana nada estaba funcionando, ni el aire (que apenas sentía rozar su rostro), ni respirar profundamente, ni siquiera la ducha de agua fría. Hacía calor, y no sentía el aire.

En ese momento llegó a la cima, sintiéndose exhausto. Dejó volar la mente durante unos segundos, y después descendió a toda velocidad. Su mente no paraba de dar vueltas, y no era capaz de focalizar sus pensamientos en absolutamente nada. Yendo a máxima velocidad, sin apenas darse cuenta, atravesó todo el camino, y justo cuando debía girar, las ruedas resbalaron en el pavimento.

Sintió el sonido del agua chocar con la goma, vio cómo todo se desvanecía, casi a cámara lenta, y lo siguiente que vio fue que estaba rodando por el césped, y, durante unos segundos, su mente se quedó completamente en blanco.

El aire no entraba por sus pulmones, y no sentía la suficiente fuerza como para ponerse en pie. En ese momento, ni siquiera era capaz de sentarse. Se quedó boca arriba, esperando a que su cerebro reaccionara a algo.

Después de unos minutos, logró sentarse. Le dolía la mano derecha, al parecer había aterrizado sobre ella. Pero la peor parte se la había llevado su pierna izquierda. se había rasgado los pantalones, y tenía un corte, del cual aún brotaba sangre, manchada con tierra y trozos de césped. Miró a su alrededor para buscar su bicicleta, y la vio tirada sobre el asfalto de la carretera. Suspiró y pensó en levantarse, pero su cuerpo no obedecía. De alguna forma, había llegado a su límite y no se había dado cuenta.

Sintió el motor de un coche acercarse, y pensó en que, si no sacaba la bicicleta de en medio, podría haber un accidente. Pero su mente funcionaba despacio, aún más que aquella mañana, por lo que, antes de poder hacer nada, el vehículo se encontró con la bicicleta cortándole el paso, frenando en seco.

Pensó en decir algo, pero no le salían las palabras. Se sentía fuera de sí mismo, sentado sobre el césped, herido y desorientado.

Pero cuando las puertas del coche se abrieron, Danny no supo si sentirse aliviado o salir corriendo. Desde el asiento del copiloto, salió Pearcy, caminando hacia él. El albino trató de activarse, no podía verle de aquella manera.

—¿Estás bien? —preguntó el rubio, conforme se acercaba.

—Sí... —murmuró, tratando de sonar decente—. He resbalado en la curva. La carretera está mojada...

Sintió que se mareaba, y su cuerpo se tambaleó. De pronto, su cabeza se encontró con el pecho del chico.

—Hay que llevarlo al hospital —escuchó la voz de Jasper. No sabía que también estaba ahí.

—No... —murmuró, intentando zafarse del chico —. Sólo estoy algo mareado, se me pasará...

Callaron durante unos segundos.

—Al menos deja que te llevemos al instituto —dijo Pearcy, ayudándolo a levantarse.

Asintió, conforme sentía su cuerpo alzarse. Era como la noche anterior, cuando apenas sentía nada, y aun así se veía a sí mismo caminando. En ese momento, dejó la mente en blanco. Si alguno de sus amigos de toda la vida le hubiese visto así, probablemente habría hecho muchas preguntas.

Hierro | El Laboratorio #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora