ℙ𝕣𝕠́𝕝𝕠𝕘𝕠

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- No arriesgaré al grupo a que nos ataquen o nos maten, se irán de aquí – sentenció el hombre que estaba apuntando a mi hermana – Agradece que no las estoy matando en este preciso momento – concluyó mirando a Christie de arriba abajo con molestia, luego caminó en dirección al establecimiento con pasos firmes.

Reí sin gracia, toda la situación me estaba sacando de quicio.

- ¡Hey! – le grité al hombre – Tiene 2 opciones y estoy segura que una de ellas no le gustara para nada – sonreí con malicia mientras todos los presentes dirigían su mirada a mi expectantes, excepto el sujeto que estaba a punto de abrir la puerta.

- Niña, si este es tu intento por hacer que se queden, no creo que salga muy bien – intentó razonar un señor mayor con barba larga parecido a Santa.

Lo ignoré pues el líder estaba a punto de marcharse.

- El asiático y la morena son muy atractivos, sería una pena que algo malo les sucediese ¿no es verdad? – pregunté con burla.

Este se volteó y comenzó a caminar hacía mi rápidamente, me tomó de la camisa y me estampó contra una pared cercana, golpeando mi cabeza en el acto.

¡Eso dolió, Rayos!

Solté un quejido de dolor, debí hacerle caso al Santa.

- ¿Qué sabes de ellos, niña? – preguntó enfurecido, al parecer toque una fibra sensible. Sin que se diera cuenta comencé a tomar el arma en su cinturón.

- Suéltala, animal – gritó mi hermana intentando empujarlo lo cual aproveché para sujetar el arma con firmeza y llevarla hasta su mandíbula.

Con una sonrisa ganadora le quité el seguro y hablé.

- Mi hermana ha dicho que me sueltes, así que hazlo – susurré, todos se tensaron al ver el arma, pero logré que me soltara.

- Deja de apuntar a mi padre – dijo un niño que parecía de mi edad apuntándome ahora a mí.

Quedé maravillada con sus ojos celestes, eran los más bellos que en mi vida había visto. Casi olvido la situación en la que me encontraba si no fuese por el seguro de su arma en mi dirección.

¡Dios, este niño es muy lindo!

Pero no me quedé atrás y saque el arma que tenía escondida en la parte de atrás de mi pantalón, la cual empuñé en su dirección.

- ¿Qué tal si dejamos de poner en riesgo nuestras vidas y hablamos como personas? – ofreció Christie con una risa nerviosa, pero no le presté atención.

Seguía hipnotizada por aquellos ojos que me miraban con el ceño fruncido. 

 

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𝙋𝙍𝙊𝙈𝙄𝙎𝙀 𝙏𝙊 𝙁𝙄𝙉𝘿 𝙔𝙊𝙐 (𝒞𝒶𝓇𝓁 𝒢𝓇𝒾𝓂𝑒𝓈 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora