Capítulo 1: El nuevo Caleb.

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El despertador chilló, mostrando las 9:00am de un sábado. Odio el día en que a mamá se le ocurrió darme un despertador como regalo de cumpleaños. Sólo a ella se le ocurrían esas cosas. El despertador es el peor invento que pudo haber hecho el hombre, en mi opinión. Y gracias a ellos mi cara probablemente lucía como la de un zombie.

En la lista de las peores ideas de mamá, estaba visitar a la Sra Lawrence y su esposo, viejos amigos suyos cuyo hijo, Caleb Hall, el mejor amigo de mi hermano Austin, no soporto. Se acababan de mudar cerca de nuestra casa, por lo que a mamá le pareció una buena idea ir a darles la bienvenida. Adivinen a quien le pareció que ésa era la peor idea del mundo.

—¿Kate? ¿Te has despertado? —la escuché preguntar desde su habitación.

—Por desgracia —murmuré para mi misma antes de ponerme de pie, darme una ducha rápida, cepillar mis dientes, mi cabello, ponerme algo cómodo y verme en el espejo con cara de pocos amigos.

Dios mío, era un desastre. Decidí aplicarme un poco de maquillaje para ocultar un poco las horribles ojeras que delataban las pocas horas que había dormido. Si, las pesadillas habían vuelto.

Hace dos años, con mamá y papá, nos fuimos de vacaciones de verano. Al principio todo iba excelente, no podía estar más feliz junto a mis padres en una playa de aguas cristalinas. Pero cuando veniamos de regreso a la ciudad, una camioneta salió de la nada e impactó contra nuestro pequeño auto, dejando instantáneamente sin vida a papá. Mamá se lesionó el brazo. Pero yo, al contrario, sólo terminé con unos cuantos golpes en mi cuerpo.

Desde entonces, cada noche antes de irme a dormir, me es imposible no recordar aquel día; y aún podía sentir el momento del impacto. Desde entonces son pocas las horas que duermo gracias a las pesadillas que invaden mi cabeza. 

Y después de dos días sin pesadillas, desafortunadamente habían vuelto.

* * *

Mamá tocó el timbre dorado de la casa de la Sra Lawrence. Le había preparado un pastel de chocolate como regalo de bienvenida. Perfecto. Ni a mi me preparaba pastel de chocolate. Un minuto después de haber tocado, la Sra Lawrence abrió la puerta blanca.

—¡Christine! —exclamó la Sra Lawrence, abrazándola— Por un momento creí que no vendrías.

Luego de abrazar a mamá, me miró sonriendo y me saludó con un beso en la mejilla.

—Mira qué grande y hermosa que estás, no te veía desde que tu hermano se fue.

—Así es... Qué bueno verla de nuevo, Sra Lawrence —respondí con, probablemente, la sonrisa más incómoda posible.

—Estoy segura de que Caleb le encantará verte de nuevo —comentó antes de hacerse a un lado para dejarnos pasar.

Claro, a Caleb le encantará verme de nuevo, para molestarme. Su nueva casa era bastante acogedora y espaciosa. Aun tenían unas cuantas cajas de cartón esparcidas por la sala. El Sr Hall salió de la cocina con un delantal puesto. Se limpió las manos en él antes de saludarme con un abrazo. Siempre le había tenido mucho cariño al Sr Hall. Con Austin íbamos todo el tiempo a su casa a jugar en la PlayStation de Caleb en donde ambos me daban una paliza en todos los juegos, literalmente. Su padre siempre nos invitaba a cenar y luego nos hacía palomitas para que viéramos una película. Era, en pocas palabras, como un padre para mi.

—Ha vuelto la pequeña de nuestra familia —dijo mientras me abrazaba—. ¿Sabes? Después de que Austin se mudara a Nueva York, Caleb entró en depresión porque nadie venía a jugar con él.

—Eso no es cierto —escuché decir detrás de mi.

Me volteé. Allí de pie estaba Caleb con un pantalón de dormir y un sweater. Su cabello estaba un poco alborotado y su cara dejaba ver que recién se había despertado. Pero incluso así se veía guapo. No, no he dicho eso. Olvídenlo.

—¿Kate? ¿Te apetece chocolate caliente? —me preguntó la Sra Lawrence.

—Si, por favor.

Ella asintió antes de entrar a la cocina. El Sr Hall y mamá fueron a la sala, y Caleb y yo nos quedamos allí mirándonos el uno al otro.

—Sí que has cambiado —murmuró—. Antes eras más guapa.

Él sonrió cuando puse mis ojos en blanco.

—Y veo que tú sigues igual de idiota.

La Sra Lawrence salió de la cocina con una bandeja llena de tazas con chocolate caliente. Todos nos sentamos en los sofás de la sala a tomarnos nuestros chocolates mientras platicábamos de distintos temas que para mí en realidad eran bastante aburridos. 

Después de media hora, los adultos seguían conversando mientras Caleb y yo permanecíamos en profundo silencio escuchándolos. Cuando miraba la hora en mi teléfono, sentí que alguien tocó mi hombro. Era Caleb, que con la cabeza señalaba hacia las escaleras. Había entendido su mensaje así que nos disculpamos y subimos escaleras arriba. Lo seguí hasta su nueva habitación, que por cierto, era bastante diferente a la anterior.

—¿Qué quieres? —le pregunté una vez que entramos.

—Sólo me preguntaba si seguías siendo igual de mala en la PlayStation.

—¡Yo no era mala! —me defendí poniendo los ojos en blanco, mientras observaba los pósters de equipos de fútbol pegados en su pared.

—¿Ah no? ¿Que hay de todas esas veces que Austin y yo te ganábamos?

—Pura suerte. Además, gané unas cuantas veces.

—Sí, porque nos dio lástima contigo y te dejábamos ganar.

—Oh, cállate.

Luego de un breve silencio, dije:

—Nunca nos dijiste por qué no te fuiste a Nueva York con Austin.

—Y tampoco lo diré —respondió tirándose en su cama, mirando al techo.

—¿Es porque el bebé no quería separarse de sus padres? —me burlé, haciendo puchero. Una almohada aterrizó en mi cara— Es eso ¿no? Sólo que te avergüenza decirlo.

—Te advierto, no soy el mismo de antes.

—¿Y? ¿Se supone que debo tenerte miedo?

—¿Estás segura de que no tienes miedo?

—Completamente. No soy la misma niña de antes, Hall.

Entonces tan veloz como un rayo se puso de pie y comenzó a acercarse a mí. A medida que daba un paso, yo retrocedía uno. Pero luego de unos dos pasos, sentí la pared en mi espalda. Estaba acorralada entre la pared y Caleb. Éste comenzaba a acercarse cada vez más.

—¿No tienes miedo? ¿Segura? —preguntó una vez más, esta vez en un susurro, tan cerca de mi que nuestras respiraciones se mezclaban. 

Colocó ambas manos en la pared al nivel de mis hombros ahora sí dejándome completamente acorralada. Estaba perdida en su mirada penetrante.

—Te lo advertí: No soy el mismo de antes.

Bueno, he aquí el primer capítulo. Espero que les guste ❤ ¡Besos!

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