—¡Niños! ¡Es hora de cantar el feliz cumpleaños! —gritó la Sra Lawrence colocando el pastel sobre la mesa.
—¡El que llegue de último es un huevo podrido! —dijo Austin antes de salir corriendo hacia la mesa.
Caleb y yo nos miramos, luego salimos corriendo. Como siempre yo había sido la última en llegar, así que básicamente era el “huevo podrido”. Miré con deseo el pastel de chocolate frente a nosotros el cual decía Feliz Cumpleaños Caleb y tenía una vela con forma del número 12.
En cuanto todos estuvieron reunidos alrededor de la mesa, comenzamos a cantarle un feliz cumpleaños a Caleb, quien miraba sonriente al pastel de chocolate quizá, al igual que yo, con ansias de comérselo ya. Su madre le pellizcaba la mejilla, cosa que a él le enojaba porque lo hacía sentir como un niño pequeño. Me lo dijo una vez.
—¡Abran paso, por favor! ¡Tenemos una emergencia!
—¡Necesitamos llevarla a quirófano con urgencia! ¡Una de sus costillas rotas puede perforar su pulmón!
—¡Está perdiendo demasiada sangre!
Después de cantar cumpleaños, Caleb, Austin y yo nos reunimos en la pequeña casa del árbol de Caleb. Siempre éramos nosotros tres contra el mundo. Los compañeros de escuela de Caleb y Austin hablaban entre ellos mismos porque Caleb y Austin nunca querían jugar con ellos. Pero la Sra Lawrence siempre los invitaba, a pesar de que Caleb le pedía que no.
—¿Les puedo contar un secreto? —preguntó Austin.
Caleb y yo asentimos.
—Ayer tuve mi primer beso.
—¿De verdad? ¿Cómo fue? —le pregunté con asombro. Siempre había escuchado que besar era mágico. Y cuando fui creciendo, más aumentaba mi curiosidad por saber cómo era besar. Pero quería que mi primer beso fuera con alguien especial, pues dicen que el beso es más mágico cuando las dos personas se aman.
—Fue increíble… Fue con Annie ¿la recuerdan? –asentimos– Bueno, vino a casa ayer por la tarde a hacer un trabajo así que cuando terminamos que fui a abrirle la puerta, la besé. Al principio se sorprendió, pero luego sonrió así que supe que le gustó.
—¡Austin! ¿Podrías venir un minuto? —gritó mamá.
—¡Ya voy! —le respondió Austin antes de bajar las escaleras.
—Doctor, ¿Qué cree que debamos hacer con ella?
—Tenemos que operarla de inmediato. Su estado es grave. Tiene heridas demasiado profundas y ha perdido mucha sangre. Si no nos damos prisa, podemos perderla.
—El chico que iba con ella en el auto está desesperado, dice que necesita verla.
—Dile que todo va a estar bien. El chico tuvo heridas leves, pero también está débil, no necesita estresarse demasiado. Duérmelo, si es necesario.
—De acuerdo. Por cierto, un chico estuvo llamándola, un tal Austin, hablé con él y es el hermano, le expliqué la situación así que viene en camino.
—¿Qué hay de su madre?
—El chico dijo que aun no le avisáramos a su madre.
—Está bien, entonces comencemos de una vez con esto. Debemos tener sumo cuidado.