Los días internada en aquel hospital fueron aburridamente eternos. Los dolores han disminuido un poco, al igual que los moretones y rasguños en todo mi cuerpo. Caleb siempre estuvo a mi lado, asegurandose de que me encontraba bien. Él en ningun momento me dejó sola, cosa que le estaré agradeciendo siempre. Por otro lado, Austin también se quedó con nosotros durante todos aquellos días.
Ahora mismo nos encontrabamos en el auto de Austin rumbo a nuestro más esperado destino: Nueva York. Ya era hora. De alguna u otra manera se presentaba un obstáculo que retrasaba nuestro viaje. Austin no paraba de hablar de su novia Isabelle. Una chica que conoció en la biblioteca de la universidad y de la que está locamente enamorado, según él.
—¿Kate? Yo pienso que deberías seguir descansando un poco más antes de comenzar la guia turistica por la ciudad —dijo Austin.
—¿Hablas en serio? ¡Estoy mejor que nunca!
—Sólo para asegurarnos… Además, recuerda que el doctor te dijo que debias de cuidarte porque aun sigues delicada.
—¿Sabes? Estoy cansada de doctores, hospitales y camas. Sólo quiero ir a caminar al Central Park o al Times Square —añadí.
—Kate, obedece a tu hermano —habló Caleb.
—¿Quién eres? ¿Mi padre? —le pregunté en tono burlón. Él se volteó un poco y me sacó la lengua— Qué maduro.
A lo lejos se comenzaba a distinguir la gran cantidad de edificios que sólo la ciudad de Nueva York podía tener. Mi emoción crecía cada vez más.
—¿Kate? Isabelle te ha preparado un pastel de chocolate como bienvenida a la ciudad. Le dije que era tu favorito —dijo sonriendo—. Es una gran repostera. Te va a encantar.
—Es por eso que estás tan gordo ¿no? ¿Muchos dulces? —bromeé. Caleb rió conmigo al ver la expresión de ofendido de Austin.
* * *
Cuando Austin abrió la puerta con sus llaves, no pude evitar quedar boquiabierta al ver aquel apartamento. Era hermoso. E increíblemente ordenado. Sabía que aquel orden era obra de Isabelle. Austin nunca supo lo que era el orden.
Las paredes eran todas blancas y al entrar, enseguida conseguias la puerta que llevaba a la pequeña cocina. Más allá de la cocina, había un sofá grande y otro más pequeño y frente a ellos, un gran televisor pantalla plana. El apartamento era poco espacioso, pero era ideal para Austin.
—Isabelle ha salido de compras —dijo Austin saliendo de la cocina con un papel blanco en la mano con algo escrito en letra rosa.
—Vaya hermano, debo felicitarte —le dijo Caleb mirando todo a su alrededor con asombro—. Este apartamento está increíble.
—Gracias. Aunque la renta es un poco costosa, pero estoy trabajando como entrenador de fútbol así que con eso me mantengo.
—¿Estás trabajando como entrenador? ¿Por qué no me lo dijiste? —le pregunté cruzándome de brazos. Él siempre me contaba todo.
—Lo siento, es que comencé hace poco.
—¿Y vives solo? —preguntó Caleb sentándose en el sofá grande.
—Si, pero Isabelle viene a quedarse conmigo de vez en cuando.
La puerta principal blanca entonces se abrió, dejando ver a una chica de cabello negro y largo. Era de baja estatura, pero era bastante atractiva. Tenía una bolsa en la mano y al vernos, la dejó cuidadosamente sobre el mesón de la cocina con una tímida sonrisa en el rostro.
—Bueno, chicos, ella es Isabelle —nos dijo Austin tomandola de la cintura cuando ella se puso a su lado.
—¡Hola! —me saludó primero con un beso en la mejilla, luego saludó a Caleb con un beso en la mejilla también— ¡Es un placer conocerlos!