Las lápidas en el bosque

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Me desperté en la madrugada, otra vez estaba teniendo pesadillas. Estuve un rato acostado esperando a que el sueño se decidiera a atacarme por sorpresa, pero no logre nada. Ya rendido decidí aprovechar que estaba despierto para estirar las piernas dando un paseo por el bosque.

Me vestí con una malla metálica sobre mi cuerpo, recordando la lista que leí el día anterior, para que me protegiera de cualquier riesgo al pecho que pudiera tener. Y por si lo necesitaba, tomé una vieja daga que le había regalado mi abuelo a mi madre cuando se casó como un pequeño objeto tradicional, pero también como un objeto crucial para controlar a mi padre si se le ocurría hacerle algo, nunca logré comprender qué cosas podría hacerle a mi madre.

Salí de la casa y corrí al cobertizo para llevar a Zerus (en caso de que fueran peligros grandes los que hubiera en el bosque). Y como otras veces, articulé un sonido que volvía loco al dragón para que saliéramos un rato por el bosque.

-Vamos Zerus, no pienso quedarme allá todo el día.- El gigante bufo en un gesto de enfado - ¡No seas quejumbroso! Cuando volvamos podremos descansar hasta cuando nos plazca, hoy es día libre así que no tenemos problemas. - dije. El dragón convencido inicio nuestro paseo por el bosque.

Era cálido dentro del lugar, pero la frescura del aire daba un sentimiento de conformidad que me daba a tranquilizarme.

Por primera vez en mucho tiempo me libré de mis problemas, un aire fresco que hacía que me ardiera la cara cuando golpeaba, pero podía escuchar más bien como una voz proveniente del bosque, que imploraba que explorara.

En ese momento, baje decidido de la espalda del dragón para recorrer el ambiente, y de paso dejar que descansara un poco; no vaciló ni un momento para tirarse al piso y seguir con una pequeña siesta. Me adentré un poco en el bosque, y encontré algo maravilloso, vi como el ambiente cambió de ser un bosque otoñal a una conífera frondosa. No sabía si mis ojos me engañaban, sólo supe que ese lugar tenía una razón de estar así. Minutos después de pensarlo bien me sentí asustado, aún no sabía el por qué a esa tarea subrayada de rojo en mi lista, ¿Qué habría en este hermoso lugar tan peligroso como para que fuera necesario cerrar el acceso? Sin embargo seguí internándome en el bosque.

Conforme avanzaba, empezaba a aparecer una densa neblina que no me daba a ver más allá de unos pasos. Me detuve por un momento e intenté llamar a Zerus con un silbido... No hubo respuesta, pasé lo que me parecieron varias horas intentando llamarlo y recibir una señal de su humo cuando bufaba o algún rugido como respuesta, "No va a aparecer. Holgazán" pensé. Entonces seguí avanzando por la neblina hasta que choque con una piedra algo baja, provocando que callera al piso.

Adolorido de la pierna me levanté para ver con lo que tropecé, era una piedra ovalada con escrituras, antiguas pero aún alcanzaban a leerse:

"Que Jesús ayude a los difuntos de la batalla librada, guiándolos hasta el Paraíso y sean ellos sean dignos a la mirada de nuestro Señor, y nosotros hoy como el pueblo abrimos a nuestros compañeros caídos las puertas de este lugar de descanso"

"Furui ochiba"

Me levanté rápido al escuchar una rama quebrándose no muy lejos

-¿Hola?- dije para afirmar si había sido alguien quien estaba ahí. Una sensación de terror recorrió mis venas cuando el mismo sonido resonó detrás de mí, y vi cómo una silueta de mi estatura se me acercaba lentamente, afirmando que no me encontraba solo en ese lugar.

La Historia de Nova Terra Capítulo I: KasaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora